Juan Roman Riquelme Boca La BomboneraGetty Images

Boca: crisis, errores no forzados y consecuencias que pueden pesar en las elecciones

Boca Juniors empató sin goles contra Rosario Central y La Bombonera mostró su descontento como no pasaba hace mucho tiempo. La sensación de improvisación, la falta de una idea visible en el juego, las actitudes gestuales de los futbolistas, la poca reacción del tridente de interinos, se trasladó del campo a las tribunas. El Xeneize, con Riquelme y la dirigencia como bandera, parecen haber subestimado un semestre que todavía es largo y que puede tener peso en las elecciones del 2023.

Entre medio de operaciones de prensa ridículas, en la que se quiere instalar que Hugo Ibarra le manejan el equipo a través de su reloj inteligente, o que Agustín Almendra no quiso renovar su contrato porque un miembro del Consejo de Fútbol se quedó dormido, la realidad es que la Riquelme ha permitido que se vulnere su status de intocable a través de decisiones poco entendibles. La oposición presiona y juega para generar un constante clima derrotista en el que se mezclan verdades con rumores, pero ellos no son los responsables de que la actual dirigencia haya decidió apostar a tres entrenadores inexpertos para cerrar una segunda mitad de año en la que el Xeneize todavía compite por la Liga Profesional, la Copa Argentina y el Trofeo de Campeones.

hugo ibarra leandro gracian roberto pompei@BocaJrsOficial

La conformación de un tridente de técnicos, caso poco habitual en la historia del fútbol argentino, es rara. Hugo Ibarra llegó a este cargo tras haber ganado dos títulos en Reserva, algo que no pasaba desde hace más de 10 años en Boca. Pero aquellos logros los conquistó con Mauricio Serna como ayudante, en una dupla que se rompió porque Chicho se sumó al Consejo de Fútbol. El Negro ahora tiene como ayudante a un Leandro Gracián que todavía no justificó su rol, y que apenas tiene contrato con la institución hasta diciembre. La tercera pata del cuerpo técnico es Roberto Pompei, quien en el pasado ya falló como interino, y que parecía haber encontrado su lugar de confort dirigiendo en las juveniles. Este experimento es un error no forzado que parece estar generando más daño que beneficios.

El silencio domina en Boca cuando llegan las consultas sobre esta decisión y sobre el futuro del puesto. Se desconoce si realmente hay un convencimiento de la capacidad del tridente, si están buscando a través de este método ir limpiando situaciones para el próximo proyecto, si ninguna de las opciones disponibles realmente convence, o si hay un técnico como Gerardo Martino al que se lo está esperando para después del Mundial. Sea cual sea la realidad, la mala comunicación no colabora y hasta provoca que el fastidio colectivo crezca. 

El problema central de Boca pasa por el juego y se traslada a otras áreas generando confusión. Porque mientras que el equipo decepciona en cancha, la situación contractual de Agustín Rossi se utiliza como un arma para seguir dañando. Lo mismo ocurrió con la salida de Carlos Izquierdoz, Eduardo Salvio y Sebastián Battaglia. Todos casos diferentes que ciertos sectores utilizan para ampliar la caja de resonancia de fastidio. Porque la ovación para el arquero fue dirigida a los palcos presidenciales, como si el club no hubiera intentado renovarle el contrato con una propuesta millonaria que reconoció el propio agente del futbolista.

La pelota siempre es la que inclina la balanza. Los resultados, y el juego pueden incluso bajar del Olimpo a un Dios como Riquelme, aunque también podrían asegurar por mucho tiempo la continuidad esta dirigencia. La urgencia para Boca está dentro de la cancha, pero los cambios para superar la crisis futbolística dependen de si los que están afuera leen las señales de alerta que cada vez son más grandes. El error no se puede borrar, la incógnita pasa por cuánto tiempo tardarán en intentar revertirlo.

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