GoalEs cierto que Mbappé los metió a pares, que Neymar se convirtió en el mejor asistente de la Champions desde su llegada al fútbol europeo con dos regalos de categoría y que Keylor Navas demostró que es aquel portero que llevó al Real Madrid a la gloria con diez paradas. Pero también lo es que el Bayern es probablemente el equipo al que más guste ver.
Faltaba Lewandowski y por eso seguramente no acabaron goleando al PSG, pero a un espectador imparcial le maravilló ver la velocidad de juego, las idas y venidas, las combinaciones a toda pastilla o la acumulación de jugadores en ataque como si no hubieran jugado en una cancha de fútbol si no en una de baloncesto. ¡Qué manera de correr!
Porque si el fútbol es una excusa para poder divertirse un rato, para sentarse delante del sofá (ya quisiéramos estar en los estadios) y evadirse de los problemas del día a día, sin duda el Bayern es esa pastilla para recobrar la alegría.
31 disparos a portería para hacer del área gala una trinchera a defender. Oportunidades de todos los colores y una intensidad que hacían que pensar en ir un momento a la nevera a coger un refrigerio te pudiera dejar perdiéndote una jugada espectacular. Eso sí, el descanso, un alivio para coger aire antes de volver a sentarte 45 minutos más a ver un espectáculo.
Eso fue el Bayern, un equipo que no perdía un partido en Europa desde hacía dos años y que sin su mayor estrella regaló a millones de aficionados la mejor de las sonrisas antes de irse a la cama a pensar en afrontar un nuevo día. Cayó en el resultado, sumó aficionados a su fútbol. Y es que a veces, perder también es ganar.


