OPINIÓN
En Copa del Rey. Con un 3-0 de renta de la ida. Y jugando de ‘10’ y no de interior, con libertad, para poder lucir. Todos estos condicionantes tuvieron que darse para que Solari le diese una oportunidad de titular a Isco Alarcón (su tercera titularidad en dieciocho partidos). Y una vez visto el partido del Real Madrid en Leganés, la sensación que queda es que el técnico argentino tiene razón. Que Isco no está como para darle mucha más responsabilidad.
El mano a mano que se dejó arrebatar por Juanfran fue la muestra más clara de que el malagueño no está a punto de rebelarse con su fútbol, como se le pide que haga. Como debería hacer todo aquel que pierde su puesto de privilegio. Pues nada más lejos de la realidad. Su permanente caminar fatigoso por el césped desespera hasta al mayor creyente. Va arrastrando sus cuatro Champions League como si las llevara en una mochila a la espalda, incapaz de soltar lastre para renovarse. Y ya se sabe lo que dice el refranero: o eso, o morir. E Isco va camino de lo segundo (deportivamente hablando), visto que ni cuando es titular es capaz de cargar de motivos a los que le defienden.
La segunda parte la jugó de delantero, más aislado, más desconectado todavía. No es su posición ideal. Tampoco es que Isco se esforzase en hacerla suya, dicho sea de paso. Fue sustituido a falta de veinte minutos del final con un 93% de pases en su haber, pero con sólo un 46% de duelos ganados. Aunque sobre todo, lo que más pesaba sobre sus hombros cuando enfilaba el banquillo no era ninguna estadística concreta, sino la sensación de que si esto era una oportunidad real, la dejó escapar.
