La única gracia salvadora para Bellingham puede ser que el equipo en cuestión no se cayó y rompió. Sin embargo, las reglas de La Liga dictan que los jugadores pueden ser castigados por “actos de agresión contra el equipo”. Si se determina que han dañado intencionalmente la propiedad de la liga, se pueden imponer suspensiones de entre uno y tres partidos, junto con multas y advertencias formales.