Rebels United Eric CantonaAlex Mertekis/Getty Images

'No estoy de acuerdo con lo que se acepta' - Éric Cantona, el rebelde eterno del Manchester United

En una época en la que el fútbol profesional moderno luce pulido hasta el exceso y los jugadores parecen moverse con precisión aerodinámica bajo los reflectores, el nombre de Éric Cantona evoca otra era. A sus 58 años, el exfutbolista —recordado especialmente por su etapa en el Manchester United, donde marcó una época dorada entre 1992 y 1997— representa a un jugador que nunca buscó agradar a todos.

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    Éric Cantona: Un rebelde por convicción

    Cantona siempre desafió desde su lugar. Incluso hoy, deja claro con sus acciones que no es un producto moldeado por el sistema, sino una persona con imperfecciones.

    "No juego contra un oponente en particular. Juego contra la idea de rendirme", dijo alguna vez en plena carrera. Esa frase resume su esencia: una figura imposible de encasillar. Ni sus entrenadores —fascinados por su técnica, su olfato goleador y su capacidad de liderazgo, pero exasperados por sus explosiones de carácter— lograron comprenderlo del todo. Tampoco los medios. Ni siquiera los aficionados, que lo veneraban y temían a partes iguales.

    El francés, célebre por lucir siempre el cuello de la camiseta levantado, no fue una estrella en el sentido tradicional. Y eso, pese a que se convirtió en el primer gran ícono de la recién creada Premier League. Tras conquistar el último campeonato inglés previo a la era Premier con el Leeds United, llevó al Manchester United al título en 1993, rompiendo una sequía de 26 años. Ganó cuatro Premier Leagues en cinco temporadas.

    Cantona fue una figura clave para toda una generación de futuras leyendas del United: David Beckham, Paul Scholes, Ryan Giggs, Nicky Butt y los hermanos Neville lo admiraban, pero él nunca fue un modelo clásico. No se oponía al sistema por simple rebeldía, sino porque se negaba a encajar en la uniformidad del fútbol moderno. Era un rebelde por convicción.

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    La influencia de Jim Morrison en Éric Cantona

    Incluso desde joven, Cantona buscaba algo más profundo. En su adolescencia descubrió la música de The Doors, la mítica banda de rock estadounidense, y quedó fascinado por las letras de su cantante, Jim Morrison. Sus poemas oscuros, su áspera voz de barítono, su actitud desafiante y existencialista hablaron al alma del joven Cantona con una intensidad que ningún ídolo futbolístico habría logrado despertar.

    "Jim Morrison era como un espejo de mi ira y de mi sueño al mismo tiempo", diría más tarde. El poeta maldito, que murió en 1971 a los 27 años, no fue para Cantona un modelo a seguir, sino una especie de alma gemela espiritual. Morrison le mostró que los límites no solo se pueden empujar, sino romper. Décadas después, Cantona también se lanzaría a la música, componiendo sus propias canciones y saliendo de gira.

    Una cita de Morrison quedó grabada en su mente:
    "Expose yourself to your deepest fear. After that, fear has no power."
    ("Exponte a tu miedo más profundo. Después de eso, el miedo ya no tiene poder.")
    Ese pensamiento se volvió una brújula en la vida de Cantona. En la cancha, en entrevistas, en cualquier escenario, nunca eligió el camino fácil. Buscó la confrontación: con rivales, con la autoridad, y con él mismo.

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    La legendaria patada de Kung-Fu de Éric Cantona: Una patada contra un racista

    Los primeros encuentros de Cantona con la música y la poesía moldearon a un futbolista que pensaba más de lo que decía. Nunca fue simplemente un atleta; era un artista que usaba el césped como escenario. Su paso por los Red Devils lo consagró como un ícono, pero su esencia siempre fue más compleja.

    En la cancha, el estratega marsellés era un genio; fuera de ella, un solitario filosófico. Rehuía las respuestas obvias y prefería llenar las entrevistas con citas crípticas en lugar de frases de manual. Tras su famosa —y hoy legendaria— patada de kung-fu a un aficionado que lo había escupido y lanzado insultos racistas junto con un saludo nazi, el 25 de enero de 1995, Cantona no ofreció disculpas ni excusas. En su lugar, dijo:

    "Si las gaviotas siguen al pesquero, es porque creen que se arrojarán sardinas al mar."

    Por aquella acción, estuvo a punto de ir a prisión durante dos semanas, aunque finalmente fue suspendido ocho meses. Años más tarde, sin rastro de arrepentimiento, diría con firmeza que lo único que lamentaba… fue no haber golpeado más fuerte.

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    "No estoy de acuerdo con lo que se acepta"

    Por supuesto, aquella patada fue una transgresión, pero también un acto de honestidad radical. Fue la prueba de que Cantona jamás estuvo dispuesto a encajar en el molde del futbolista dócil y obediente. Antes que traicionar sus convicciones, eligió enfrentar una suspensión de varios meses. Como él mismo dijo alguna vez:
    "No estoy de acuerdo con lo que se acepta. Tengo mi propia visión del mundo y no quiero renunciar a ella."

    Lo que diferencia a Cantona de otras figuras polémicas del fútbol es la profundidad ideológica que sostiene su rebeldía. Su inconformismo no era fruto de la vanidad ni del capricho. Tras colgar los botines, su trabajo como actor, artista y activista político demostró que detrás de sus provocaciones había contenido y compromiso.

    Cantona alzó la voz por las personas sin hogar, criticó abiertamente al capitalismo y a la explotación sistemática, y apoyó diversas protestas contra la desigualdad social. En 2012, incluso convocó a un “retiro bancario pacífico” como forma de protesta frente a la crisis financiera, un llamado al empoderamiento ciudadano desde la desobediencia civil.

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    Éric Cantona sigue siendo hasta hoy incómodo e inolvidable.

    Cantona sigue siendo, incluso hoy, un símbolo de inconformismo en una época en la que las carreras futbolísticas parecen coreografiadas por agencias de relaciones públicas, y donde la actitud muchas veces está atada a contratos de patrocinio. En medio de ese paisaje pulido y predecible, él permanece como un monumento a la independencia y a la autenticidad.

    No hizo falta que se convirtiera en un enfant terrible para lograrlo. Cantona demostró que, incluso en el entorno implacable del alto rendimiento, es posible mantenerse fiel a uno mismo.
    "Amo el fútbol, pero odio en lo que se ha convertido", llegó a decir alguna vez.

    Y cómo olvidar aquella aparición en 2019, cuando hizo estallar internet con una de las declaraciones de amor al fútbol más bellas —y a la vez más crípticas— jamás pronunciadas. Un guiño más de su genio inclasificable.

    Así, Cantona sigue siendo hasta hoy tanto incómodo como inolvidable. Un rebelde con actitud, que no quería agradar, y por eso conmovió a tantos. "La revolución no es un objetivo, es un estado mental", explicó él y vivió de acuerdo a ello. Jim Morrison estaría orgulloso.

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