Nick Woltemade es un futbolista atípico por naturaleza. Con sus 1.98 metros de estatura, su físico recuerda al de Peter Crouch, pero su agilidad y control en espacios reducidos evocan a Jamal Musiala. Es una rareza dentro del fútbol moderno: rompe con la idea preconcebida de que los jugadores altos no pueden ser técnicos ni escurridizos.
Desde su llegada al VfB Stuttgart, sus compañeros notaron algo diferente en él. “Creo que reconozco rápido a un buen futbolista, y Nick me llamó la atención desde la primera semana de entrenamiento”, confesó el capitán Atakan Karazor en una entrevista con ran. Luego, entre risas, añadió: “Woltemade tiene la técnica de Messi”.
El propio Karazor insistió en su potencial, con otra frase que mezcla admiración y humor: “Lo más importante es involucrar lo suficiente a Woltemade en el juego. Puede hacerlo como punta o moviéndose entre líneas. Sabemos lo que tenemos en Nick: es un Musiala o un Messi de dos metros”.
Más allá de los elogios y las comparaciones, Woltemade también destaca por su aporte colectivo. Es un delantero muy útil para presionar, recuperar balones y sostener la posesión de espaldas al arco. Tiene buen olfato goleador y define con una naturalidad que delata su clase, aunque aún le falta regularidad para consolidarse como un finalizador implacable. Si mantiene esta evolución, puede llegar a ese nivel.
Uno de los momentos que mejor reflejan su talento llegó en un partido con la selección Sub-21 de Alemania ante su par de España. Ese día marcó un hat-trick, y en su primer gol lo mostró todo: controló el balón, le hizo un túnel a su marcador y definió con una elegante vaselina sobre el arquero. Fue una jugada técnicamente compleja, pero la ejecutó con una facilidad que solo tienen los elegidos.
Woltemade no solo apunta alto. Ya empieza a jugar como si su altura fuera apenas un detalle.