Al menos, esta vez Luis Suárez tuvo la decencia de escupir.
Antes, la versión más conflictiva del uruguayo veía un problema y, literalmente, lo mordía. A lo largo de los años, ha dejado un catálogo memorable de víctimas: Branislav Ivanovic, Giorgio Chiellini y, posiblemente, Jordi Alba.
Tras dominar ese peculiar “arte”, Suárez mostró otra habilidad poco decorosa: escupir al director de seguridad de los Seattle Sounders, Gene Ramirez, después de la derrota 3-0 de Inter Miami en la final de la Leagues Cup el domingo por la noche. Fue un momento impactante y totalmente inaceptable. Sería ideal que los jugadores eligieran comportarse con decencia dentro del campo.
Pero, por supuesto, el fútbol es también un negocio de entretenimiento. Y Estados Unidos sigue redefiniendo qué significa este deporte, especialmente a nivel de clubes profesionales.
La MLS sigue mejorando y cuenta con futbolistas de primer nivel que tendrán carreras destacadas. Sin embargo, lo que esta liga realmente parece necesitar son villanos: esos jugadores que el público ama odiar. Y en el Inter Miami, con el cuarteto formado por Suárez, Jordi Alba, Sergio Busquets y Lionel Messi, la MLS ha encontrado ese equipo.
¿Era este el papel que la liga imaginaba cuando los mejores jugadores del Barcelona llegaron a Estados Unidos? Tal vez no. Pero están cumpliendo un rol vital. Y si su faceta villanesca atrae más atención hacia la MLS, la liga puede considerarlo un efecto positivo, aunque sea discretamente.







