La mayor parte de La Liga pasó el fin de semana pasado protestando. De manera rutinaria, en cada partido, el árbitro pitaba su silbato para señalar el inicio del encuentro. Y durante exactamente 15 segundos, en cada partido, los jugadores se quedaron quietos. Algunas cámaras de televisión se alejaron de la acción. Otras mostraron imágenes del estadio desde el exterior.
Pero para aquellos dentro del estadio, los primeros 15 segundos de un partido de fútbol estuvieron en estasis. La preocupación universal era con La Liga, que la semana pasada anunció una decisión controvertida pero inevitable de albergar un partido competitivo en los Estados Unidos. Y de manera performativa o de otro modo, gran parte del mundo futbolístico se manifestó en contra, con un sentimiento general de que la decisión podría desgarrar el tejido mismo del juego.
Sin embargo, hay defensores. La perspectiva eurocéntrica es que la celebración del partido Barcelona-Villarreal en Miami en diciembre podría arruinar el fútbol. En Estados Unidos, sin embargo, la perspectiva es mucho más matizada. Sí, esto es un cambio. Sí, esto revolverá plumas en todo el continente. Pero hay un reconocimiento de la estrategia más amplia para poner a La Liga, literalmente, en el mapa de América del Norte.
“Esto va más allá del juego. Es tener una estrategia sólida en el mercado... La clave es asegurarse de que la gente entienda que el mercado estadounidense es un mercado estratégico, y esta no es una activación aislada. Es parte de una estrategia global”, dijo Nicolas Garcia Hemme, Director General de La Liga en los Estados Unidos, a GOAL.



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