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Hall of Fame - Romário, la pantera del área de penalti con más de mil goles en su carrera

Se movía en el área de penalti con el paso sigiloso y la mirada astuta de la pantera, listo para acelerar de repente apenas el balón llegaba a su lado, desorientar con un par de fintas a los defensores contrarios, apoderarse del balón, que terminaba inexorablemente en sus pies, tanto que parecía magnetizado, y concluir imparablemente a la red con un tiro de pura técnica o de potencia, o alternativamente dar una asistencia perfecta para un compañero de equipo. 

  • Uno de los mejores definidores de todos los tiempos

    Romário de Souza Faria, conocido simplemente como Romário, es considerado uno de los mejores definidores en la historia del fútbol. Desde las favelas de Río de Janeiro alcanzó las más altas cumbres a las que un futbolista puede aspirar. Sus mayores glorias las consiguió con la camiseta de Brasil, con la que ganó el Sudamericano Sub-20 en 1985, la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, dos Copas América (1989 y 1997), una Copa Confederaciones (1997) y, por encima de todo, el Campeonato del Mundo de Estados Unidos 1994.

    Su mayor mérito fue convertir el gol en una forma de arte, dando vida al llamado futebol bailado. A veces anotaba tras una explosiva aceleración, tocando el balón varias veces con su pierna derecha, su más hábil; otras, resolvía con potencia y precisión, rematando de primera intención o de volea con cualquiera de sus pies.

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  • Toque mágico

    En su cuenta personal —que incluye amistosos, partidos benéficos y encuentros en divisiones juveniles— Romário superó la marca de los mil goles (1,002, según la Rec.Sport.Soccer Statistics Foundation, RSSSF, organización internacional que recopila datos estadísticos de fútbol). Alcanzó esa cifra largamente perseguida a los 41 años, el 20 de mayo de 2007, cuando convirtió de penal el gol del provisional 3-0 (el partido terminó 3-1) para el Vasco da Gama, club cuya camiseta sentía como una segunda piel, frente al Sport Recife.

    Poco importa que la FIFA reconozca únicamente 760 goles en partidos oficiales —entre clubes, selección mayor y selección olímpica/sub-20—, cifra que lo ubica como el cuarto máximo goleador de la historia. Si se incluyen también sus tantos en categorías juveniles, el total asciende a 929 goles.

    “El balón emite un sonido mágico cuando Romário lo toca —diría Alessandro Billy Costacurta tras enfrentarlo—: tum, tum, tum. Lo golpea muchas veces en pocos metros, y tiene la capacidad no solo de anticipar el movimiento del rival, sino también de comprender, antes que nadie, los desplazamientos de sus compañeros para dar el pase justo. Dentro del área, es imparable.”

  • El Balón de Oro perdido

    Apodado “O Baixinho” o “Il Piccoletto” por su estatura —1,69 metros y 72 kilogramos en su mejor forma—, Romário tenía su reino en el área de penalti. Sin embargo, era capaz de marcar goles de todas las maneras imaginables: con definiciones de pura clase, globos sutiles, toques suaves o potentes disparos; desde dentro del área o a distancia, incluso de cabeza, gracias a su excepcional sentido de la anticipación y su dominio del balón. A lo largo de su carrera conquistó trofeos en todos los rincones del mundo y acumuló 26 títulos como máximo goleador, una marca casi inalcanzable.

    Su año mágico fue 1994, cuando brilló en una época en la que los futbolistas extracomunitarios aún no podían competir por el Balón de Oro. En reconocimiento, la FIFA le otorgó el premio World Player al mejor jugador del planeta. Años más tarde, en el 2000, fue distinguido con el llamado Balón de Oro Sudamericano, siendo nombrado Futbolista del Año en Sudamérica.

    Sublime dentro del campo, pero caótico y hedonista fuera de él, Romário pertenece a esa élite exclusiva de jugadores que supieron escribir páginas imborrables en la historia del fútbol mundial.

  • De las favelas a la gloria del fútbol

    Nacido el 29 de enero de 1966 en Bairro Jacarezinho, una de las favelas más duras de Río de Janeiro, en la zona norte de la ciudad, Romário pasó allí su infancia entre la precariedad y la pasión por el balón. A pesar de crecer en un entorno de pobreza extrema, su amor por el fútbol se convirtió en su salvación.

    A los 10 años dio sus primeros pasos en el Estrelinha de Vila da Penha, equipo fundado por su propio padre. En 1979, con apenas 13 años, fue fichado por las categorías juveniles del Olaria, cuyo primer equipo competía entonces en la Serie A brasileña. Su talento no pasó desapercibido, y poco después fue descubierto por el Vasco da Gama, que lo incorporó a su academia juvenil, marcando el inicio de una carrera legendaria.

  • El despegue con Vasco da Gama y Brasil

    La ascensión de Romário hacia la cima del fútbol mundial fue rápida y fulminante. Apodado “O Baixinho”, mostraba desde sus primeros años en el Vasco da Gama —club cuya camiseta se convertiría en una segunda piel— su capacidad como finalizador letal, anotando una gran cantidad de goles. En 1986 y 1987 se consagró máximo goleador del Campeonato Carioca, título que el equipo ganó en 1987 y 1988.

    Paralelamente, su talento se hacía evidente con Brasil: en 1985 conquistó el Sudamericano Sub-20, y más tarde se convirtió en máximo goleador y medallista de plata en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988. El 23 de mayo de 1987, con apenas 21 años, debutó en la Selección mayor, y en 1989 fue protagonista en la conquista de su primera Copa América.

  • La aventura europea

    Tras la Copa América, el delantero carioca Romário se traslada a Países Bajos, fichando por el PSV Eindhoven. Durante cinco años extraordinarios en lo futbolístico, el brasileño despliega todo su talento: anota 165 goles en 167 partidos oficiales, gana 3 Ligas holandesas, 2 Copas de los Países Bajos y una Supercopa. En 1990, Lazaroni lo convoca para el Mundial de Italia, pero un lesión sufrida antes del torneo limita su participación a un papel casi testimonial. Por otra parte, se consagra como máximo goleador de la Copa de Campeones/Champions League en las temporadas 1989/90 y 1992/93, y durante esta última incluso marca contra el AC Milan de Fabio Capello.

    Su carrera sigue ascendiendo en España, cuando en julio de 1993 el FC Barcelona, dirigido por Johan Cruyff, se asegura sus servicios por 10 millones de dólares (más de 8,5 millones de euros). En el llamado “Dream Team”, Romário se convierte en el sublime finalizador del equipo. Gana de inmediato la Liga española, proclamándose Pichichi con 30 goles en 33 partidos, y deja su huella en el Clásico con una histórica tripleta en el 5-0 del 8 de enero de 1994 en el Camp Nou.

    Uno de sus goles más icónicos llega precisamente ante el Real Madrid. Corría el minuto 24 con el marcador 0-0. Romário se coloca en la línea defensiva de los blancos; Guardiola le pasa el balón, y el brasileño, de espaldas al arco, ejecuta su célebre finta “cola de vaca”, girando 180° y dejando atrás a Alkorta, para definir con un toque sutil de exterior derecho ante Buyo y abrir el marcador. En la segunda mitad, el equipo de Cruyff anotará otras cuatro veces, dos de ellas obra de Romário.

    “Es Dios quien me ha guiado —dirá Romário al final del partido—. Hoy he demostrado quién soy. Quien dudó de mí, que mire las imágenes”.

    Con los blaugranas también llega a la final de la Champions League, pero el equipo queda neutralizado por el dúo Filippo Galli-Maldini. La noche de Atenas resulta negativa para él y para el Barcelona, con el AC Milan proclamándose campeón de Europa tras un contundente 4-0.

  • Los años dorados con Brasil y la dupla con Bebeto

    Al término de esa temporada, Romário disputa con Brasil el Mundial de Estados Unidos 1994. En el equipo dirigido por Carlos Alberto Parreira, la punta de bolsillo se convierte en la pieza clave. Junto a su “gemelo” Bebeto, forma un dúo perfecto y anota 5 goles en 6 partidos, compitiendo con Roberto Baggio por el cetro de estrella absoluta del torneo. En la final en Pasadena contra Italia, también convierte su penal en la tanda definitiva, aportando decisivamente a la victoria de la Seleção tras un 0-0 en el tiempo suplementario.

    Romário es elegido mejor jugador del Mundial y, a final de año, recibe el FIFA World Player. Sin embargo, su relación con el Barcelona se deteriora rápidamente. Sus excentricidades, sumadas a una multa de 10 millones de pesetas por regresar tarde tras el torneo, precipitan su cesión al Flamengo en enero de 1995. Su último partido con los blaugranas termina en la contundente derrota por 5-0 en el Clásico ante el Real Madrid en el Bernabéu, entrando como suplente sin incidencia. Se despide del Barcelona con 39 goles en 65 partidos oficiales.

  • Marcando en todas las latitudes

    Tras dejar el Barcelona, Romário continúa jugando y anotando goles durante muchos años. Con la camiseta rubronegra del Flamengo gana dos veces el Campeonato Carioca (1996 y 1999), se consagra máximo goleador del torneo cuatro veces consecutivas (1996-1999) y conquista la Copa Mercosur con el correspondiente título de goleador en 1999. En 1997, su año mágico con la Selección brasileña, donde a menudo forma dupla con Ronaldo “El Fenómeno”, suma a su palmarés la segunda Copa América y la Copa Confederaciones, siendo nuevamente reconocido como máximo goleador.

    En medio, vive una nueva experiencia europea: en 1996 intenta sin éxito jugar en el Valencia, que paga 19.000 millones de liras por él. En total disputa 12 partidos y anota 6 goles, pero los malentendidos con Claudio Ranieri precipitan su regreso a Brasil con el Flamengo en enero de 1997.

    El entrenador Mario Zagallo lo deja fuera del Mundial de Francia 1998, pero a pesar del desgaste físico y la edad, Romário sigue haciendo lo que siempre hizo: marcar goles. En 2000 regresa al Vasco da Gama, formando un dúo explosivo con Edmundo, “O Animal”. Juntos logran su único Campeonato Brasileño, repiten la Copa Mercosur y él se corona máximo goleador del Campeonato Carioca y del Mundial de Clubes, torneo que pierde en los penales contra el Corinthians. También triunfa como máximo goleador en la Copa João Havelange y termina el año ganando el Balón de Oro Sudamericano, coronando una carrera extraordinaria.

    Sin embargo, estos logros no le aseguran un lugar en el Brasil de Felipe Scolari para el Mundial de Corea y Japón 2002. Tras pasar por Fluminense, un breve período en el Al-Sadd y regresar nuevamente al Vasco, su objetivo se centra en alcanzar los mil goles de su carrera. En 2005 concluye su aventura con la camiseta de Brasil, totalizando 55 goles en 70 partidos, manteniéndose hasta hoy como el cuarto máximo goleador de la Selección.

    Ni siquiera en el Fluminense recupera su antiguo brillo, así que en 2006 se traslada a Estados Unidos para jugar en la USL (Serie B) con el Miami FC, donde anota 19 goles y se acerca a su gran meta. La alcanza finalmente a los 41 años, regresando al Vasco da Gama por tercera y última vez en 2007, tras una breve aparición en la A-League australiana con el Adelaide United.

    Cuando convierte el penal que pone el 3-0 provisional contra el Sport Recife, “O Baixinho” estalla en un llanto liberador:
    "Tuve la oportunidad de alcanzar esta meta no solo para mí, mis padres y mi familia, sino para el mundo entero. Fue Dios quien quiso que hoy la pelota entrara en la red. Es un momento extraordinario de mi vida", declara a O Globo.

    Añade: "Me da mucho placer alcanzar esta meta, a nivel individual es el mayor logro de mi carrera. Lo dedico a mi familia, a mis hijos. Estoy muy emocionado. Gracias a todos ustedes".

    Tras una larga interrupción, durante la cual sustituye la camiseta por una conmemorativa y abraza a su madre llevada al campo, el partido se reanuda y finaliza 3-1. Romário firma 3 goles en 6 partidos y se despide del Vasco con 265 goles en 356 partidos.

    El 15 de abril de 2008, a los 42 años, anuncia su retiro oficial. Sin embargo, vuelve a jugar dos veces más: en 2009, cumpliendo una promesa a su padre fallecido, disputa 25 minutos como jugador-entrenador del América de Río, ganando la Serie B; y en 2024, a los 58 años, aparece con el América RJ, del que era presidente. En total, las estadísticas oficiales le atribuyen 687 goles con clubes.

  • Entre mito y leyenda

    Si después del fútbol “O Baixinho” emprendió la carrera política y hoy es senador, durante su etapa como futbolista su vida privada y su comportamiento siempre dieron mucho de qué hablar.

    Amante del Carnaval, las playas, las mujeres hermosas y la buena vida, Romário fue un verdadero desafío para sus entrenadores, y de él se cuentan innumerables anécdotas que oscilan entre la realidad y la leyenda. El goleador carioca tuvo tres matrimonios fallidos, 6 hijos de 4 mujeres distintas y numerosas escapadas.

    "Adoro la noche —solía decir “O Baixinho”—, siempre ha sido mi compañera".

    Tras el Mundial de EE. UU. 1994, admitió haber tenido relaciones sexuales antes de la final de Pasadena; como consecuencia, su primera esposa, Monica Santoro, le pidió el divorcio. En 1997, durante la Copa América en Bolivia, encontró la manera de escaparse discretamente de la concentración de Brasil junto a Ronaldo.

    "Así era —contará “El Fenómeno”—, bajábamos por la parte trasera del hotel de nuestra concentración: Romário era el primero en saltar el muro y justo después llegaba yo. Mientras tanto, al otro lado, en la calle, había un taxi esperándonos".

    Pero la anécdota que mejor encarna su espíritu libre ocurre en el Barcelona, durante una apuesta con Johan Cruyff:
    "Un día Romário me pidió tres días de permiso para ir al Carnaval de Río —recordó el técnico holandés—. Le respondí: ‘Si mañana marcas dos goles, te concederé dos días de descanso más que a los demás’. Al día siguiente, Romário anotó dos goles en los primeros 20 minutos y, justo después del segundo, me pidió salir. Me acerqué y me dijo: ‘Mister, mi avión para Río sale en una hora’. No tuve más remedio que cumplir mi promesa".

    "Nunca he sido un atleta —dirá el propio Romário, único e inimitable dentro y fuera del campo—. Si hubiera llevado una vida de atleta, seguramente habría marcado muchos más goles, pero al final no sé si sería tan feliz como lo soy hoy".

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