Cómo las victorias recientes y el pronto adiós de Messi hacen que una derrota de Argentina en una final no duela tanto como antes

Desde ya que una victoria, y sobre todo una victoria mundialista, apacigua las aguas al extremo. Argentina viene de ganar una Copa América, una Finalissima y un Mundial en el lapso de tres años, y criticar a este grupo si llegara a perder la final ante Colombia sería totalmente descabellado.

Lo mismo hubiese sucedido de haber ganado una de las tres finales jugadas entre 2014 y 2016. Es la simple diferencia de un gol, de un penal o de un momento, la que a veces hace que la victoria deportiva sea la línea que separa estar en lo más alto o ser apedreado por las críticas.

La actual Selección tiene eso de su lado: si pierde esta final, ¿quién puede decirle algo después de lo que han conseguido?

Posiblemente, esta sea la última final de Messi. Ante semejante eventualidad, nadie criticará a la Selección de manera abrumadora cuando uno de los jugadores más grandes de la historia del equipo está por decir adiós.

Claro que este punto va a acompañado del anterior, ya que nada sería lo mismo sin el éxito deportivo obtenido. El mismo Messi lo dijo: "Quiero disfrutar mucho más las cosas". Sabe que son las últimas, y como él quiere disfrutar, también queremos nosotros disfrutar de él.

Ángel Di María se ha ganado un lugar en el corazón de los hinchas argentinos. Sus buenas actuaciones y sus goles en las últimas finales han logrado contrarrestar todas las críticas injustas que recibía en años anteriores en la Selección.

Ese buen andar, sumado al hecho de que dejará la Selección luego de este partido, son la mezcla perfecta para que los hinchas se dediquen a aplaudirlo incluso en caso de una derrota, en vez de enfocarse en el resultado.

Puertas adentro las cosas deberán evaluarse de otra manera. Si bien Scaloni ya dejó claro que perder un partido no es el fin del mundo, el cuerpo técnico tiene que asegurarse de hacer su trabajo de la mejor manera posible, y si se pierde una final habrá cosas que trabajar de cara al futuro.

Habrá matices, claro, dependiendo de cómo se dé el juego en caso de una derrota, pero los entrenadores y gran parte de este grupo de jugadores tiene que saber qué corregir y qué cambiar para cuando les toque volver a jugar partidos de mata-mata.

Tal vez el éxito en las finales pasadas haya servido de ayuda para entender que perder una final es quizás más un logro que un fracaso total. Si Argentina volviese a perder tres finales seguidas, ¿volverían los comentarios cargados de negatividad hacia los jugadores como sucedió en 2014, 2015 y 2016?

Ojalá se haya aprendido que a veces se gana y a veces se pierde. Y esta vez fueron tres perdidas por tres ganadas, un buen balance. Si Argentina pierde esta final, e incluso tal vez las venideras, la gente será capaz de mirar atrás y aprender la lección: llegar a una final no es nada fácil.