Alexis Mac Alliser Nahuel Molina Argentina Polonia Qatar 2022 Clive Brunskill/Getty Images

No hay nada como el fútbol de Argentina

No juega tan bien como España. No tiene tantos buenos jugadores como Brasil. No es sólida ni presiona como Inglaterra. No es gran candidato como Francia. Pero, pese a todo eso, la Selección argentina es única. En la tierra en la que el fútbol da un poco igual, en la que los locales se paran y caminan durante el partido por los pasillos del estadio como si nada, en el país que pretende comprar todo y hacerse dueño del evento más grande del mundo, la Selección argentina todavía tiene ese no sé qué. Ese amor por el fútbol sincero y verdadero. Esa vibración por un juego que se transmite en la gente y en los jugadores.

Fue el mejor partido de la Selección argentina en el Mundial. Pese al golpazo del penal fallado por Messi, el equipo de Scaloni pasó por arriba a un rival muy pobre. La clasificación a los octavos de final es merecida y el siguiente rival invita a soñar. Se supone que debería superar a Australia.

Se percibió otra agresividad. De Paul, que todavía sigue algo peleado con la pelota, rompió espacios todo el tiempo, fue oferta de pases y se notó. Los laterales, especialmente Acuña, ahora sí hicieron daño y ayudaron a generar superioridad ofensiva.

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Scaloni metió a dos jugadores en cancha que cambiaron la ecuación: Enzo Fernández, que no estuvo del todo preciso pero sí le cambió el ritmo al juego, y Julián Álvarez, que ya no puede salir de este equipo. El delantero del City tiene una potencia física que pocos otros jugadores cuentan en el torneo.

El mundo tiene diferentes culturas y cada uno lo vive a su manera, pero hubo varios partidos en los que el ambiente no tenía tono de fútbol. Todo se sentía demasiado artificial, muy preparado, muy poco espontáneo.

Pero Argentina, un equipo que entró al Mundial a sufrir y de a poco se va soltando, tiene un gusto futbolero que nadie puede igualar. Esos que vienen de India, de Bangladesh, los locales o los visitantes se quedarán para siempre con esa sensación de que los argentinos y el fútbol son un amor imposible de igualar, imposible de romper, imposible de minimizar.

No hay como el fútbol de Argentina. En Doha, a miles de kilómetros de distancia de Buenos Aires, Córdoba o Santa Fe, el amor se trasladó. Se percibe real. De lo más real de este Mundial.

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