Ivan Rakitic Real Madrid Barcelona LaLiga 03022019Getty

Messi ya no es necesario para tumbar al Real Madrid


EDITORIAL

"Este Barcelona solo es Leo Messi" nos hemos cansado de leer -y, personalmente, de escribir- a menudo esta temporada. El Barcelona no ha dado muestras de ser nada más -ni nada menos, ojo- durante el año 2019, cuando solo ha logrado ganar si el rosarino veía puerta. Con Luis Suárez negado, Ousmane Dembélé lesionado y Philippe Coutinho permanentemente ausente, el equipo vivía dando bandazos, como en las derrotas a domicilio del Levante y del Sevilla en la Copa del Rey, donde no estuvo Messi, para luego darse festines en forma de remontada en el Camp Nou, siempre de la mano del rosarino. Hasta que llegaron los dos partidos en el Santiago Bernabéu.

Porque el Barcelona ofreció dos planteamientos muy distintos el uno del otro a pesar de que solo había un cambio en el once inicial. Nélson Semedo jugó el primero, en la Copa del Rey, y Arthur Melo formó en el segundo, en la Liga. El desarrollo fue casi contrapuesto pero el resultado, el mismo: victoria azulgrana ante la impotencia, mucha, de un Real Madrid que ha visto volar dos títulos en cuestión de tres días ante el eterno rival en su propia casa. Vuelvan a decirlo, esta vez en voz alta, que no es para menos semejante efeméride. Y disfrútenla. 

Es que es muy gordo lo que ha logrado el Barcelona, quien además se ha convertido en el primer equipo de la historia en conquistar el Bernabéu cuatro veces consecutivas el mismo día que se levantaba como nuevo dominador de los Clásicos, con 96 victorias frente a las 95 del Real Madrid, algo que no sucedía desde 1934. Y lo ha logrado sin los goles de Messi, algo impensable hace apenas una semana, cuando solo un hat-trick del rosarino permitió al Barcelona remontar al Sevilla y evitó que los azulgrana regresaran a casa con el trasero rojo tras el rapapolvo del cuadro andaluz hasta que apareció Messi. Y en estas que apareció el Real Madrid para devolverle al Barcelona justo lo que necesitaba.

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Primero, una victoria que rompiera la sequía de Luis Suárez a lo grande, con otro hat-trick. Ese día los blancos dijeron adiós a la Copa del Rey a pesar de que el Barcelona solo remató a puerta tres veces, una de penalti, y reforzaron la moral en cuanto al poderío ofensivo del equipo azulgrana, entonces en discusión. Luego, ya en la Liga, se despidieron definitivamente de la lucha por el título pero esta vez permitiéndole al Barcelona un juego que en el primer partido fue incapaz de tejer, devolviéndole la confianza en cuanto al control, discutido hasta el sábado. Ese día os hombres de Santiago Solari estuvieron sometidos en todo momento y quien dominó, quien puso las ocasiones y quien cerró las del rival fue el Barcelona, que si no goleó fue por el buen hacer de Thibaut Courtois.

El codazo gratuito de Sergio Ramos a Messi al filo del descanso lo resume todo. El capitán blanco acabó otro Clásico de forma incomprensible pero salió retratado como la imagen de la impotencia. La de ver como un Barcelona le ganaba dos veces -que en realidad son cuatro- seguidas en su propia casa, destrozando récords que habían permanecido inmutables durante casi un siglo, con el placer de hacerlo sin necesitar los goles de su estrella y no poder hacer nada para evitarlo. Porque, amigos, si esto sigue así, añádanle a Messi y abandónense a soñar, que además el Real Madrid se ve en caída libre.

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