Hugo Ibarra terminó siendo el factor determinante por el cual Boca pudo derrotar a Vélez y treparse en lo más alto de la tabla de la Liga Profesional 2022. El Xeneize llegó a La Bombonera sabiendo que Racing lo había superado en la tabla y que, con la derrota de Atlético Tucumán, era decisivo ganar para recuperarse y quedar como el único líder. El azul y oro no estaba teniendo una buena tarde, sufría contra el Fortín y parecía que perdería una gran chance, pero el técnico supo aprovechar al máximo sus piezas, realizó los cambios perfectos y gracias a ello logró un triunfo que puede ser decisivo.
Boca arrancó el partido con un 4312, en el que Pol Fernández se paró como volante por derecha, Óscar Romero por izquierda y Martín Payero de enganche. Esos primeros minutos fueron lo mejor del equipo en cuanto al juego, ya que encadenó un par de situaciones por medio al juego asociado y la salida limpia de Carlos Zambrano. Pero Vélez terminó adaptándose, empezó a generar por las bandas y de a poco provocó que el partido no tuviera dueño.
El cuerpo técnico de Boca para el arranque del complemento varió, puso a Martín Payero como volante por derecha y cerró a Guillermo Fernández junto a Alan Varela en un doble cinco. La idea era tapar los costados y complicar la marca de Walter Bou sobre el volante central del Xeneize, jugada que no funcionó por el mal rendimiento individual de todos los mediocampistas del azul y oro. Ahí fue cuando Vélez se creció y tuvo las dos ocasiones más claras, esas que se provocaron por errores no forzados y que tuvieron a Agustín Rossi como el salvador.
Justo cuando el desarrollo del partido era favorable a la visita, fue cuando Hugo Ibarra modificó el juego a través de sus cambios. El primero fue de nombres y características, al sacar a Martín Payero para que Cristian Medina sume su dinámica, su técnica para proteger la pelota y sus ganas. El pibe venía de jugar muy bien contra Quilmes y el técnico de Boca supo aprovechar su creciente nivel.
Ya con esa modificación se vio una mejora clara en Boca, que dejó de perder la pelota tan seguido y equilibró la posesión. Pero, ante la necesidad de ganar, Ibarra sorprendió con un doble cambio vital que no muchos entrenadores se hubieran animado a realizar. El técnico reemplazó a dos pesos pesados como Darío Benedetto y Guillermo Fernández, ambos de pobre partido, para darle lugar a dos juveniles como Luis Vázquez y Gonzalo Morales. El doble nueve de los pibes vino de la mano de un enroque de puestos que también era necesario: Luca Langoni pasó de segunda punta a carrilero por derecha, haciendo que Cristian Medina deje la banda para ir al doble cinco junto a Alan Varela.
Con todos esos cambios Boca ganó en intensidad para presionar, frescura de piernas y velocidad en el ataque. Cada uno de los movimientos de Ibarra tuvieron peso en el triunfo. Luis Vázquez fue clave al transformar pelotas divididas, que Darío Benedetto perdía, en posesiones. Luca Langoni evitó que Ortega pasara cómodo por afuera y le quitó ataque a Vélez haciendo que el lateral se preocupara por cómo el extremo lo estaba desbordando. Cristian Medina favoreció la salida limpia y generó que Alan Varela pudiera saltarse en ataque, haciendo que el volante central pudiera pisar el área y asistir en el 1-0. Por último, Gonzalo Morales marcó en su debut en La Bombonera y fue una amenaza constante por sus diagonales y su capacidad de aguantar de espalda la pelota.
Con el 1-0 a favor Ibarra agotó los cambios pensando en sostener esa ventaja. Por un lado sacó a un agotado Luca Langoni para que ingrese Esteban Rolón para tener más recuperación en el medio. Modificación que provocó que Cristian Medina vuelva a la banda derecha, desde donde él manejó el ritmo del juego. Después sacó a Óscar Romero e hizo debutar a Simón Rivero (2003) para que haga todo el carril izquierdo. El pibe demostró su técnica para gambetear y su inteligencia para generar faltas que hicieran que el reloj jugara a favor de Boca.
Ibarra no sólo leyó bien los cambios que necesitaba Boca en cada momento del partido, también provocó constantes enroques posicionales, modificó el sistema y se animó a sacar a jugadores de renombre para apostar a pibes. Incluso hizo debutar a otro juvenil porque pese a su inexperiencia, sus características eran las que necesitaba para lograr la victoria.
Si bien es cierto que Boca aún está en deuda en cuanto al juego, hay un enorme mérito en Hugo Ibarra para que su equipo esté peleando un campeonato que hasta hace poco parecía imposible de conseguir. El técnico heredó un plantel armado por Battaglia, con los jugadores peleándose entre ellos, haciendo un piqueta por premios y con declaraciones insólitas en la prensa. Su llegada al cargo vino con la desconfianza de casi todos los sectores sobre su capacidad. A partir de ahí hizo que el equipo se volviera sólido, lidió con sanciones y lesiones, y transformó al Xeneize en un rival complicado que da la sensación de que terminará ganando aún si el desarrollo es negativo.
No es casualidad que Boca esté ganando la mayoría de sus partidos de esta racha en los últimos 30 minutos. Tiene que ver con la mentalidad ganadora que forjó, con su capacidad para realizar cambios como quedó demostrado ante Vélez, y porque sabe aprovechar - gracias a su conocimiento previo en reserva - una camada de pibes que aporta un deseo ganador y frescura en los momentos clutch. Este gran momento del Xeneize se debe a la responsabilidad y al triunfo de Ibarra como técnico.