Barcelona Camp NouGetty Images

El Camp Nou se resigna a la mediocridad

El Clásico no fue el peor partido del Barcelona, pero sí confirmó el lugar donde sigue instalado el equipo de Ronald Koeman en el panorama futbolístico europeo. Los azulgrana siguen sin ganarle a un rival grande desde que vencieron en la primera jornada de la Champions League de la temporada pasada a una Juventus irreconocible. Desde esa victoria, todo han sido decepciones. Tres derrotas ante el Real Madrid -Koeman es el único entrenador en perder sus tres primeros Clásicos-, dos derrotas y un empate ante el Atlético de Madrid, una derrota ante la Juve, una derrota y un empate ante el PSG y una derrota frente al Bayern de Múnich, sin contar en esa lista otros partidos para olvidar como la visita de hace un mes al Estadio Da Luz de Lisboa, donde el equipo cayó 3-0 ante el Benfica.

Por la reacción del Camp Nou, parece que el barcelonismo se resignó definitivamente. El culé tiene asumido que esta temporada será de transición y que, si por casualidad se gana algún título, eso que se habrá llevado. Más allá de las lamentables imágenes de unos cafres golpenado el coche de Koeman a la salida del estadio, evidentemente cabreados por el juego y por el resultado en el Clásico, la afición presente en las gradas no le recriminó nada al entrenador durante el duelo ante su eterno rival. Ni siquiera el cambio de sistema que perjudicó al equipo en el descanso, cuando decidió que la primera parte no había sido suficientemente buena. Visto lo visto en lo que va de curso, el primer tiempo no fue para tanto. Pero pese a la derrota, el equipo se marchó aplaudido.

Es cierto que la imagen y la actitud del conjunto azulgrana fueron absolutamente opuestas a las mostradas ante el Dinamo de Kiev cuatro días antes y en el mismo escenario. Ante el Real Madrid, el Barcelona no especuló ni regaló el balón a su rival. Pero la fragilidad defensiva, sobre todo en las transiciones, y la falta de concreción en ataque hicieron que los blancos se sintieran cómodos y no sufrieran. El Barça es un equipo inofensivo, no genera y no define lo poco que tiene. Atrás han quedado esas épocas en las que los delanteros se hinchaban a ocasiones de gol. Ahora, para tener una, hay que picar mucha piedra.

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Y el público, observando la plantilla, sabe que no puede pedir mucho más. El equipo se dejó la piel, corrió, lucho y quiso atacar, pero este Barcelona no puede más. No da más de si. Todavía falta que se recuperen Araujo, Pedri y, sobre todo, Dembélé, pero la sensación es que un futbolista no lo cambiará todo. Este es el peor Barça en muchos años, un conjunto que quiere y no puede acompañado por una afición que le apoya y le respeta cuando la actitud es buena. El año pasado, el club ya vivió en una montaña rusa. Ahora, la gente asume su papel y prefiere la calma, como si la pandemia le hubiera recordado que la salud y la familia son lo primero y que el fútbol es un entretenimiento. Si tiene que llegar la tormenta, ya sucederá en los despachos. Por ahora, paciencia y que crezcan los jóvenes.

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