Argentina no encuentra el camino. El técnico todavía no pudo darle su identidad al equipo. Los jugadores cargan con la presión de las tres finales perdidas y, ahora, deben afrontar otra más para no quedar afuera del próximo Mundial. Pero la única renovación que se plantea de cara al partido definitorio con Perú del próximo 5 de octubre parece ser el cambio de sede .
No es la primera vez que se pone en cuestión a la cancha de River y, mucho menos, que La Bombonera es la elegida para reemplazarla. El argumento es bastante básico : que el mismo calor que emana cada domingo de los hinchas de Boca se ponga en servicio de la Selección. Como si el que paga su entrada para ver a su país fuese el responsable de esta adversa situación . Como si quien acude al estadio del Millonario no pudiese presentarse en el del Xeneize. Como si jugar a 16 kilómetros del Monumental fuese a generar la transformación que necesita el seleccionado.
El inconveniente, como cada vez que se aboga a favor de una modificación de escenario, es que se equivocan los caminos . El foco debiera ponerse en lo futbolístico, en cómo se jugaron estos últimos cotejos y, principalmente, en cómo resolver los problemas que se presentaron . Allí es donde Jorge Sampaoli debiera tener puesta la cabeza , no en si la cercanía de las tribunas ejerce más o menos presión.
Que Argentina pueda ganar o perder ante Perú nada tendrá que ver con Bomboneras, ni Monumentales, ni cualquiera de los lugares que quieran albergar a Messi y compañía . El triunfo será consecuencia solo de ser superior al rival o de, al menos, meter un gol más. Pero mientras las responsabilidades de las derrotas se sigan poniendo en cuestiones menores, la clasificación penderá solo de una premisa fortuita .
