Barcelona Ter StegenGetty Images

El Barcelona vuelve a empezar

No hay mejor manera de asumir cuáles son tus límites que con una muestra irrefutable de realismo. Ante el Bayern, el Barcelona se vio reflejado en el espejo. Y lo que percibió se pareció demasiado a lo que ya había visto las últimas veces que un rival optó por ponerle ante sus contradicciones. El Barça no avanza. Sigue en el mismo punto en el que se encontraba tras el 2-8 de Lisboa y tras caer en el Camp Nou ante el PSG de Kylian Mbappé. Hace demasiado tiempo que tocó fondo y sigue ahí, intentando sacar la cabeza pero volviéndola a agachar cuando toca levantarse. Sin Messi, el ataque es peor, es una evidencia empírica. Nunca en la historia de la Champions League el Barcelona se quedó sin disparar a puerta en un partido disputado en su estadio.

Contra el Bayern, el Barça volvió a ser el mismo conjunto sumiso del día que Mbappé se llevó el balón tras anotar un hattrick en el Camp Nou. Ese 1-4 fue en febrero. Han pasado siete meses y no parece que el Barça haya empezado a caminar. Sigue aturdido, sin rumbo aparente y sin reaccionar pese a que los Bayerns, Madrids, Atléticos e incluso Athletics o Getafes de turno le duchen con agua fría y le avisen que el camino está en otra dirección. Este Barça no motiva ni enorgullece a nadie, y no lo hará mientras Ronald Koeman no demuestre una idea clara de juego ofensivo y valiente, algo que se vislumbró en la vuelta de octavos de final ante el PSG, pese a caer, pero que no se ha mantenido cuando el equipo ha tenido que volver a afrontar grandes retos.

Porque en el Barcelona, y Koeman ya lo sabe, perder duele, pero duele más el cómo. Sin público en el estadio, el entrenador neerlandés no tuvo durante un año la presión ambiental que ahora acaba de descubrir. El socio del Barcelona es exigente, pero lo es mucho más por la manera de jugar que por las victorias. El Barça de Guardiola fue ovacionado tras caer eliminado ante el Chelsea en las semifinales de la Champions 2011-12. El fútbol, la propuesta, generó orgullo. Pero el aficionado culé no soporta que su equipo sea temeroso, que espere a su rival sin presionar, que no mueva el balón a gran velocidad y que no genere ocasiones de gol. Para los barcelonistas, el fútbol es innegociable.

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El público del Camp Nou es un reflejo fiel del estado de ánimo del barcelonismo. Cuando las sensaciones son buenas, aplaude. Cuando parece que no hay ideas, murmura. Y cuando se enfada porque no reconoce al equipo, abuchea. El socio blaugrana ayer le dio una pista irrefutable a Koeman. Durante el primer tiempo, animó y aplaudió a los suyos. Luego, a la vista de la sumisión voluntaria, se empezó a impacientar hasta que pagó su malestar con los agobiados Sergi Roberto y Luuk de Jong. Pero durante la última media hora, la afición dejó un mensaje claro al entrenador. Pese a la superioridad indiscutible del Bayern, el público agradeció la presencia y el esfuerzo en el campo de Álex Balde, Gavi y Yusuf Demir. Si no puede haber juego, por lo menos que los jóvenes tengan la posibilidad de empezar a construir el futuro. Eso pareció expresar un Camp Nou que demostró ser exigente con lo que puede y debe serlo. El resultado, lo de menos. La puesta en escena, lo de más.

Ahora ya no ha sido solo el presidente Laporta quién le ha marcado el camino al entrenador. El socio ha hablado y Koeman ha tomado nota. Veremos en los próximos días, el lunes en Granada sin ir más lejos, si Koeman pega el volantazo que ayer le exigió la afición barcelonista. La única certeza de hoy, y es un buen punto de partida para empezar de nuevo, es que el equipo sigue en el mismo punto que cuando el héroe de Wembley cogió las riendas del banquillo. ¿Habrá algún cambio o seguirá confiando en sus planteamientos?

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