LA INTRAHISTORIA
Cesc Fàbregas tardó mucho tiempo en enfundarse la camiseta azulgrana como futbolista profesional desde que recibió la primera llamada de Joan Laporta hasta que acabó consumando su fichaje, ya de la mano de Sandro Rosell, en 2011. Sin embargo, tan solo tres años más tarde resolvía abandonar el club en el que jugaban sus amigos, el club en el que había crecido y el más próximo a su corazón para regresar a Londres, esta vez al Chelsea. ¿Por qué tomó esta decisión teniendo en cuenta lo mucho que le había costado cumplir el sueño de vestir de azulgrana?
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Lo más fácil sería decir que José Mourinho le convenció y es la verdad. Pero sería simplificar mucho los acontecimientos de aquella primavera de 2011, con Xavi Hernàndez que no intuía todavía el final de su larguísima etapa como barcelonista -le quedaban dos años en azulgrana por aquel entonces-, y con un club al que le costaba tomar decisiones en lo deportivo. Un año antes había vendido a Thiago Alcántara porque tenía a Cesc. Aquel verano, sin embargo, también vendería a Cesc.
El centrocampista había recibido varias propuestas y las presentó al Barcelona quien, lejos de declararle intransferible, le tasó en 40 millones de euros y convenció al propio jugador para que se buscara la vida lejos del Camp Nou. A partir de ahí no le costó aceptar vestir el 'blue' del Chelsea después que una breve charla en la que Mourinho le instó a convertirse en la referencia de su equipo. Dicho y hecho, el club londinense satisfizo las pretensiones económicas del Barcelona y Cesc regresó a Londres para jugar en Stamfrod Bridge, ganar su primera Premier League y medirse hoy al club de su vida en busca de un pase para los cuartos de final de la Champions League.
