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La rabona que consagró a Di María: Benfica, el desafío europeo del 'Fideo'

El que se presenta en Toronto, el 22 de julio de 2007, no es una Argentina cualquiera, sino un equipo destinado a caracterizar las siguientes décadas del fútbol: al fin y al cabo, bastan algunos nombres. Romero en la portería, Fazio en defensa, Banega y Piatti en el medio, Zárate y “El Kun” Agüero en ataque. Parte del banquillo Sub 20 dirigido por Tocalli completa el cuadro ya claro: "Papu" Gómez y "El Fideo" Di María. Entre mil sonrisas.

Al minuto 86' Mauro Zárate le da el título de Campeón del Mundo Sub 20 a la Selección, pero para muchos ese trofeo tiene otro significado. Abre las puertas del gran fútbol.

“El Fideo”, hasta ese momento, solo había vestido la camiseta de Rosario Central: nacido y criado “Canalla”. Un orgullo para todos los rosarinos: lo llaman “El Fideo”,término usado por los genoveses para definir un espagueti delgado (el “fidelino”). El destino le reconciliará con la raíz del sustantivo, Italia, pero no le permitirá afrontar, con la camiseta de la Juventus, la que ha sido la encrucijada de su carrera. Benfica.

"El Benfica me lo dio todo: era mi casa, me dio mucho para ganar y ser el jugador que soy ahora".

El 17 de diciembre de 2009 en el Estadio da Luz se escenifica el que probablemente sea el partido "simbólico" de Fideo: está flaco, muy flaco. La masa muscular que estamos acostumbrados a ver ahora no tiene nada que ver con el físico que presenta ante su afición ante el AEK Atenas en la fase de grupos de la Europa League.

Juega de lateral derecho en el 4-4-2 de Jorge Jesus, pero su posición es evidentemente más avanzada: de los dos goles marcados esa tarde, el que quedará para siempre en el imaginario colectivo marca la historia de Di María. Ese chasquido, abriendo en dos las líneas de defensa de los griegos, explotando un balón en profundidad. Engancha, casi perdiendo el balón, luego se desvía recortando un túnel a Georgeas, quien al percatarse del crimen ve al argentino jodiendo en una pose extraña, deslizando su pierna izquierda detrás de la derecha. Es una rabona. Sí. Una rabona en la Europa League: el tiro que sale también se burla de Saja, saliente. Nadie se lo esperaba: nadie excepto “El Fideo”, claro.

Di María para el Benfica fue esto: pero también el Benfica para Di María fue lo mismo. Un "patio de recreo" con un legado muy pesado (el de Simao, que pasó al mismo tiempo, en 2007, al Atlético de Madrid por veinte millones de euros), pero divertido como pocos. El argentino, en ese equipo, hizo lo que quiso, primero con José Antonio Camacho, que lo quería mucho en Lisboa, luego con Jorge Jesús.

En la base, una de las puertas correderas más extrañas que recuerda el fútbol y que, sorprendentemente, preocupa a Fabrizio Miccoli. En el verano de 2007, las Águilas tienen que sentarse con el delantero italiano y tomar una decisión definitiva sobre el futuro de ambos. Está cedido por la Fiorentina desde 2005, pero los lusitanos tienen la oportunidad de redimirlo, tras haber renovado su contrato con la Viola, dándole una oportunidad a un jugador que vive perpetuamente atormentado por las lesiones. Sin embargo, hay un pequeño problema y se llama Ángel Di María.

El Benfica, habrán entendido, debe decidir si redimir a Miccoli o comprar a “El Fideo”, entonces diecinueve, de Rosario Central por seis millones: dado todo lo que pasó después, acertó. Después de un año Arsenal y Manchester United se adelantan, pero Ángel lo tiene claro.

“Quiero quedarme en Lisboa, mi futuro está aquí”.

Jugará, en total, ciento veintiún partidos con la camiseta de las Águilas, marcando quince goles en tres temporadas (con un campeonato portugués entre los logros): el destino ya estaba corriendo, cerrado en el círculo que caracterizó a uno de los puntos más altos de su carrera Di Maria, cuatro años después la despedida del Benfica. Y, entre otras cosas, su paso al Real Madrid.

“El Fideo” es un jugador más completo que el que llegó a Europa: es más listo, tiene más experiencia. Llegó la selección absoluta argentina y se clasificó al Mundial poco antes de su traspaso a los blancos.

En 2014, sin embargo, como se mencionó, todo tiene sentido: Real va a la final de la Champions League contra el Atlético de Madrid: Di María juega de medio extremo en la cancha de Carlo Ancelotti. A los 110' su cuerpo se tiñe de oro: gracias al sudor y la iluminación tenue. Corre a la izquierda y mete el centro que entregará el balón del 2-1 a Gareth Bale. No es casualidad: en el Estadio da Luz, ese estadio de ahí. El suyo, el del Benfica.

El mismo que verá las Águilas enfrentarse a la Juventus en un partido que marcará el futuro de ambos equipos en la edición de este año, de una forma u otra: sin Ángel Di María, lesionado. Se juega un partido importantísimo entre ambos equipos y él no estará. Así lo quería el fútbol.

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