Nunca el Cadete B del Barcelona había ganado al Cadete A del Espanyol. Por lo menos en los primeros años del nuevo milenio. El vivero azulgrana, obsesionado como nunca con la técnica, jamás había conseguido imponerse al rival ciudadano, más fuerte físicamente, más experimentado. "Pero un día fuimos a su casa y les metimos tres", señala Marc Valiente, actualmente defensa del KAS Eupen belga y uno de los capitanes del equipo que haría historia en una de las academias de fútbol más importantes del mundo. Era el año 2002 y el diamante en bruto del Barcelona, un menudísimo delantero de catorce años nacido en Rosario llamado Leo Messi, ejercía de factor diferencial de un equipo casi imbatible. Había llegado a Barcelona apenas dos años antes y se había presentado al vestuario del Infantil B "sin que llegáramos a escucharle cuando dijo hola" recuerda Robert Franch, miembro del primer grupo que le recibió.
Cuando se recuperó de la lesión lo hizo para jugar en el Infantil A y demostrar que no había ni rastro de la fractura ósea. De nuevo, apenas participó en un puñado de partidos porque Borrell y Benaiges no tardaron en subirlo, otra vez de forma precoz, al Cadete A aquel mismo año 2002. Fue en ese grupo en el que echó raíces. "Hasta entonces había pasado muy desapercibido en aquel vestuario en el que llevábamos tanto tiempo juntos" explica Roger Franch, hermano de Robert y portero del Cadete A. "Éramos un grupo muy animado pero él siempre estaba en una esquina, solo y callado" añade. En los entrenamientos, no obstante, no paraba de crecer. "A menudo nos hacía cabrear porque era frustrante tenerle en contra, te llegabas a plantear si servías para eso" lamenta el propio Roger. Su hermano Robert, que como defensa también tuvo que sufrirle, revela cómo "tras constatar cómo ese tío iba tres velocidades físicas y mentales por delante del resto, con los demás defensas decidimos meterle un par de palos a ver qué pasaba pero daba igual, ni siquiera llegábamos a darle la patada".
Desesperado, Robert detalla cómo "ibas a por él y cuando querías tirarle al suelo ya te había dejado atrás y estaba zafándose del siguiente defensa" para resumir que "era una máquina y lo era siempre, en los entrenamientos, en la tecnificación, en la recuperación y en los partidos". Tanto él como el resto de centrales intentaban evitarle en las sesiones de práctica por parejas "porque sabíamos que no íbamos ni a oler el balón, daba igual lo que hiciéramos". Pau Torras, portero del Cadete A, hoy en el Cartagena, no daba crédito. "Venía a entrenar sin abrir la boca, nos dejaba a todos atónitos y se iba para casa con una naturalidad pasmosa". Robert resume el sentir de los zagueros con imaginación. "A veces te planteabas si la única forma de pararle era sacando una pistola y pegándole un tiro pero aun así te quedaba la sensación de que el tío iba a esquivar la bala con el balón controlado". Ese era Messi a los trece años.
Sin embargo, seguía siendo muy reservado. Hasta que el equipo se fue a Venecia a jugar un torneo y allí Messi rompió el hielo. "Empezó a hacer sus primeras bromas" afirma Valiente. Durante los primeros seis meses "no le había dirigido la palabra a nadie por pura timidez". Luego empezó a juntarse con Víctor Vázquez, una de las perlas de la Masía y gran socio de Messi en las categorías inferiores a raíz de que iban juntos al colegio. Fue en Venecia, de hecho, cuando sus compañeros le bautizaron como "enano". Giribet recuerda cómo "a pesar de llamarle así durante mucho tiempo no empezamos a hacerlo hasta después de que la confianza mutua surgiera en aquel viaje a Venecia". El mote duró muchos años. "Incluso después de debutar con el primer equipo venía a vernos a la Masía y le decíamos 'enano, ¿qué tal con los mayores?' y nos reíamos a carcajadas". Porque a pesar de que a Messi le costara, lo que dejó en las categorías inferiores es para toda la vida. "Igual en privado se cagaba en nosotros pero siempre fue un trozo de pan con los compañeros y me parece que lo sigue siendo" se sincera Giribet, quien añade que "tengo la sensación de que si nos viéramos mañana nos daríamos un abrazo y sería como si estos quince años no hubieran pasado".

El resto de la generación del 87 alcanzó el Cadete A prácticamente en bloque en la temporada 2002-2003 y se consagró como uno de los mejores equipos que jamás acunó la Masía de la mano de Francesc 'Tito' Vilanova, el técnico que más tiempo tuvo al joven Messi a sus órdenes, y de Àlex García. Sin embargo, nada es para siempre y a final de temporada Cesc decidió marcharse al Arsenal para ver cómo un año después Gerard Piqué le seguía, en su caso, al Manchester United. Messi, por su parte, siguió quemando etapas de crecimiento a una velocidad de vértigo. Llegó al Juvenil A en edad de cadete, le probaron en el hoy desaparecido Barcelona C y a la semana irrumpía en el B siendo juvenil de primer año. A los dieciséis debutaba con el primer equipo y a los diecisiete era ya miembro a todos los efectos bajo la protección del mismísimo Ronaldinho Gaucho, el mejor jugador el mundo en aquel momento.