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Marcos Llorente Atletico Madrid Barcelona LaLigaGetty Images

Y mañana con la camiseta puesta, como en el recreo

Ruben Uria BlogGoal

Resulta imposible escribir del Atleti sin escribir de mi vida. Y viceversa. Durante los 45 años de mi existencia he tratado de separar ambos aspectos, pero son una unidad indivisible. Dicen que no hay mejor relato para la vida que el fútbol y en el caso que nos ocupa, no elegí ser del Atleti porque tuve el inmenso honor de que el Atleti me eligió a mí. Podría tratar de convencerles alegando que ser del Atleti es mejor que ser de otros equipos, pero no es verdad. Simplemente, es diferente. Soy del Atleti. Lo soy desde que mi padre me descubrió el añorado Calderón por las mañanas, cuando la entrada era gratis y se podría ver al Madrileño en Segunda, con un uruguayo llamado Belza bajo los palos. Con una historia poco original a cuestas, rodeado de amigos madridistas como todo hijo de vecina, fui del Atleti siempre, en Primera y en Segunda, en las buenas y en las malas, en las malas y en las peores. En la victoria, euforia. Y en la derrota, orgullo y sentido de pertenencia: de niño, mi rebeldía vestía camiseta rojiblanca en el colegio estirando cuello en el recreo después de cada fracaso; de hombre, años después, la derrota tiene el mismo efecto. Ante la fatalidad, al armario a por la camiseta colchonera, sin importar ser el chiste fácil de la oficina. Masoquismo o rebeldía. Quizá las dos cosas.

Cuando el Atleti bajó a Segunda, uno de mis mejores amigos estaba a punto de llorar. Le dije en tono solemne, como si fuera inmune al desánimo y no fuera un completo cobarde, que ser del Atleti es caer y aprender a levantarse. Combato y me levanto. Mi amigo me dio un abrazo y quince días después fuimos al Calderón. Años después, cuando el Atleti perdió la Champions en Lisboa y tuvimos minuto 93 hasta indigestarnos, mi amigo lloró como una magdalena. Le miré con ternura, le abracé y volví a decirle qué significa ser del Atleti. Caemos para aprender a levantarnos. Eso es el Atleti. Combato y me levanto. Mi amigo volvió al estadio, redescubrió su pasión y se presentó en Milán con una fe inquebrantable. Allí un gol en fuera de juego nos volvió a romper en mil pedazos el alma y sus lágrimas reventaron contra mi pecho, con un nudo en la garganta, le dije por tercera vez aquello. Caemos para aprender a levantarnos. Caer y levantarse. Hasta cuando no tienes ganas de hacerlo. Es recibir una paliza tras otra y seguir avanzando sin dejar de encajar los golpes porque, como dice Rocky, 'así es como se gana'. Mi amigo dejó de llorar, me miró y me dijo que ya estaba cansado de levantarse del suelo cada vez que la vida golpeaba más fuerte que el Atleti.  

Cuatro años y una maldita pandemia mundial después de aquello de San Siro, esta tarde he vuelto a tener noticias de mi amigo. Me ha escrito esperanzado, pensando que el Atleti esta vez sí, que tiene una gran plantilla, que nada puede fallar, que el Madrid está muy mal y que por la noche la Liga iba a estar sentenciada. Respiré profundamente y pensé en no escribirle hasta pasada la medianoche, porque me conozco a mis clásicos. Hace unos minutos ha acabado el partido, donde el Madrid ha sido mucho mejor y el Atleti ha decepcionado a todos sus aficionados. Mientras encendía mi teléfono portátil – que siempre apago cuando jugamos contra los vecinos para evitar la turra -, he pensado en si sería capaz de volver a insistirle en que nuestro sino no es ganar ni perder, sino insistir en la dificultad, y saber que cuando uno se cae, tiene que levantarse. ¿Tendría el cuerpo de jota como para aguantarme otra vez la cantinela de siempre? Esta vez, no ha hecho falta que le escribiera. Al encender el móvil, tenía un mensaje suyo. Su mensaje ha sido directo, corto y en vena: “Si caigo, combato y me levanto”. Y nada más leerlo, no he podido evitar sonreír.  Así es el Atleti. Sin dramas: si caigo, combato y me levanto. Mañana saldré a pasear por el barrio con la camiseta puesta. Como en aquellos días del colegio, cuando en el recreo algunos querían hacer leña del árbol caído. Así es el Atleti. Así es el fútbol. Así es la ilusión.Y así es como elegí vivir mi vida.

Rubén Uría

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