GoalSiempre se ha dicho que los periodistas deportivos tienen que ser objetivos. Falso. Es imposible. Objetivo viene de objeto y los periodistas no somos cosas. Somos personas y, como tales, subjetivos y falibles. Lo que debe ser cualquier periodista que se precie es honesto, independiente y sobre todas las cosas, libre. El periodismo se creó para combatir al poderoso y denunciarle, no para aliarse con él. Un periodista puede ganar un millón de euros, doscientos o tres mil, pero si pierde su credibilidad, lo pierde todo. Y la credibilidad del periodista sólo se puede medir de una manera, con honestidad. Son tiempos duros para el periodista: a la gente no le gusta el fútbol porque sólo le gusta su equipo y al personal no le gusta leer aquello que no concuerda con su manera de pensar. Convengamos que el periodismo está inmerso en una crisis de identidad y valores. Y en una profunda falta de valentía. Eso sí, de los cobardes, nada se ha escrito.
Cuando el poder entra por la puerta, el periodismo salta por la ventana. La gente pregunta ¿dónde están los periodistas cuando se les necesita? Uno trata de rebuscar excusas, parapeto y consuelo. Son tiempos de periodismo genuflexo, donde pesa más la cuenta corriente que la vocación, donde el miedo es libre, existe la autocensura y el periodista asume que escribir ya no consiste en meterse en problemas, sino en esquivarlos para trepar y que el poder te regale una silla que poder calentar. Quizá por eso hay días que uno necesita, por higiene mental, sentirse otra vez el hijo de su padre, para mirarse al espejo y seguir tolerándose, porque cada día cuesta más.
Al grano. Dice mi amigo Quillo que en la vida se es madridista o antimadridista. Y que los que son antimadridistas luego eligen otro equipo. Igual tiene razón. Dicho eso, desde que tengo uso de razón y quise ser periodista, jamás he creído en conspiraciones arbitrales. No me gusta la palabra robo, ni atraco. Primero, por vocación profesional, porque no me permito creer en cuestiones que no puedo probar. Y segundo, por pura ingenuidad. Respecto al Real Madrid, el club más poderoso de la historia del fútbol, dentro y fuera del campo, cuyos tentáculos llegan a todos los medios de comunicación habidos y por haber, no creo que el cuadro blanco haya conquistado todos sus títulos gracias al colectivo arbitral. Ni lo creo, ni me parece honesto decirlo, ni tengo pruebas para sostenerlo. Lo que sí sostengo es, que desde que tengo uso de razón, el Real Madrid es, con sideral diferencia, el club más beneficiado por los árbitros. Es posible que eso me haga menos periodista a ojos de los demás, pero mentiría si no lo dijera y no podría seguir mirándome al espejo si no lo escribiera.
Al Madrid le he visto ganar de todas las maneras posibles. Legales e ilegales. En las legales, al Madrid jamás le han faltado trompeteros. Para las ilegales, cuenta con multitud de mamporreros. Y no es que el periodista no tenga derecho a ser madridista, que puede serlo y es respetable, porque la única condición para esto no es tener colores, sino ser creíble y honesto. Lo triste es comprobar que el periodista ha perdido la capacidad de denuncia. En tiempos de Bernabéu, como prueba una carta de Saporta, existían periodistas en nómina, porque había que evangelizar al personal contándole que iba el Madrid con su grandeza, limpia y blanca que no empaña, aunque no fuera verdad. Ahora es bastante peor. En el metafórico caso de que Florentino Pérez tuviese una emergencia y necesitase un orinal, nadie podría dudar de que existiría una amplia cola de solícitos escribas haciendo cola para recibir, encantados, la deposición presidencial.
El orden de los factores no altera el producto, gane legal o ilegalmente, el Madrid es intocable. Primero, porque el Real Madrid sostiene las ventas del negocio. Segundo, porque es el equipo de la mayoría de periodistas que viven del negocio. Y tercero, porque la mejor manera de vender periódicos es escribir justo lo que quiere leer la mayoría de gente, porque el Madrid es lo que vende y el resto no son de Dios.No se puede decir que al Madrid le ha favorecido un arbitraje, no se puede decir que el Madrid ha ganado un título de manera ilegal y por supuesto, en este país, no se puede cometer el terrible e intolerable crimen de reírse de algo relacionado con el sacrosanto Real Madrid.
No creo que el Real Madrid gane todos sus títulos por los árbitros. Honestamente, no lo creo. Creo que hay buenos árbitros, malos árbitros, colegiados valientes, colegiados cobardes, jueces incorruptibles y otros permisivos. Entre otras cosas, porque la profesión de árbitro tiene las mismas connotaciones que cualquier otra y no es diferente un árbitro de un periodista, un fontanero o un electricista. Tienen colores, como todos. Tienen superiores, como todos. Tienen un sistema al que se deben, como todos. Y tienen claro cómo seguir en su trabajo, como todos. Creo en la honestidad general de los árbitros, pero también creo en la podredumbre de un sistema que se fundamenta en la imperiosa necesidad que tienen los árbitros de no equivocarse contra los grandes, porque el ruido atenta contra la longevidad de su carrera y su patrimonio económico. Anoche la Real Sociedad se sintió expoliada por el arbitraje en su partido ante el Real Madrid. La queja fue sencilla: en un choque trufado de jugadas polémicas, los astros se alinearon en una única dirección: con VAR y en caso de duda, todo se resolvió a favor del Madrid. Cuatro jugadas fronterizas y todas, resueltas a favor del Real Madrid. Sorpresa.
En realidad, nada nuevo bajo el sol. Ni es la primera vez que vemos ganar así al Real Madrid, ni será la última. A ese equipo le hemos visto ganar, durante años, Copas de Europa, Ligas y Copas, jugando bien, mal y regular. Ha ganado casi siempre, con este gobierno, con el anterior y con todos. Con la República, con la dictadura de Franco y con la democracia. No era el equipo del Régimen, sino que el Régimen se sirvió del Madrid, quede claro. Y quede claro también que Franco era del Real Madrid, por más que la prensa actual lo quiera borrar, así como que Santiago Bernabéu fue cabo del ejército falangista, que hay quien pasa de puntillas sobre esa cuestión. Miren, las cosas son como son: El Madrid casi siempre ha sido el mejor. Siempre ha ganado, siempre ha sido el equipo del poder y siempre ha sido, pese a quien pese, el equipo más beneficiado por el colectivo arbitral. Con VAR y sin VAR. Con árbitros de negro y con árbitros de amarillo huevón. Con tres árbitros o con cuatro. Con linieres o con asistentes. Con un sistema de designación a dedo o con un sistema por ordenador. El Madrid casi siempre gana porque es el mejor. Y cuando no lo es, también tiene que ganar, así que gana. En España y en Europa.
El clásico popular, que empezó como un chascarrillo, se cumple con demasiada frecuencia: en caso de duda, penalti para el Madrid. No hace falta recurrir a la queja del barcelonista por motivos obvios. Pregunten a los hinchas del Bayern de Múnich, repitan lo mismo con los de la Juventus -que se tienen que comer con cerillas el cinismo de Mijatovic-, hagan el ejercicio de ponerse en la piel de los del Valencia que llevan años soportando estoicamente las de Caín, desde el humillante y famoso ushiro-nage; háblenle al sevillismo de cómo las gasta Madrid y su cohorte de periodistas ‘nacionales’; cuéntenle a los seguidores del Atleti, que se saben la película de memoria y se les tacha de llorones, cuando el único gol legal de Milán lo marcó el Atleti y se quedó sin Copa de Europa, por un gol ilegal. El club de equipos damnificados es más amplio que la cola del paro. Sus aficionados, por cierto, son los que, además, se tienen que tragar la propaganda de los Villaratos, Platinatos y Rubialatos, mentiras prefabricadas por lacayos inferiores para contentar a seres superiores.
Quien esto escribe, aunque no se considera anti-nada, asume que, por pensar y escribir artículos como este, ha sido, es y será etiquetado como un antimadridista de manual. Es lo que hay. Asumido y procesado. Bernabéu, que en paz descanse, decía que el antimadridismo es el precio que hay que pagar por tener más Copas de Europa que nadie. Yo creo que escribir un artículo como este, para ser considerado antimadridista, es el peaje que hay que pagar por intentar seguir siendo libre, aunque tu bolsillo proteste, porque te iría mejor mirando para otro lado.
Rubén Uría




