Samuel Umtiti ha agotado su credibilidad. El club hace tiempo que perdió definitivamente la paciencia con él y si apareció en los onces de los últimos partidos antes del parón por el coronavirus fue sólo debido a la confianza de un Quique Setién que intentó recuperarle para la causa antes de constatar que, en efecto, el nivel físico del central está a años luz de la progresión exhibida en sus dos primeros años en azulgrana. Forzó para estar en el Mundial de 2018 y el Barcelona le firmó una renovación dorada. Y desde entonces hemos pasado casi dos años viendo cómo Umtiti se apaga.
Desde el momento en el que firmó su renovación, el 3 de junio de 2018, ha sufrido cinco lesiones que le han privado participar en un total de 37 partidos, lo cual significa que se ha perdido el 40% de los que ha disputado el Barcelona, que ha visto cómo un central que apuntaba a líder de la defensa ha acabado como carne de cañón al constatar que su castigado físico ni siquiera le permite ser el tercer central en caso de que Gerard Piqué o Clément Lenglet caigan lesionados. Es decir, puede darles aire en un partido puntual pero no puede jugar de inicio varios partidos seguidos consecutivos.
El problema es que Umtiti es el segundo central con mejor sueldo del equipo pero su rendimiento no es acorde a su ficha pues en realidad sólo ha jugado de inicio en 26 partidos, uno de cada tres. Es más, en dos años sólo ha jugado tres partidos seguidos como titular una sola vez, en el arranque de la temporada pasada, días antes de romperse la rodilla, ya que cuando lo hizo en noviembre de 2019 hubo parón de selecciones de por medio y tuvo tiempo para descansar.
En esta ocasión se ha lesionado sin jugar o entrenar duro, en pleno confinamiento. Apenas realizó la primera sesión en el club tras casi dos meses de parón forzado y volvió a sufrir otra lesión muscular, en este caso en el sóleo de la pierna derecha. A priori tiene tiempo de sobras para recuperarse, pues la competición no regresará antes del 12 de junio, como poco. Pero el problema ya no es ese ya que el club sigue empecinado en encontrarle un sustituto más asequible y, sobre todo, más fiable. Lo difícil será encontrar un club dispuesto a pagar por un futbolista que se lesiona sin entrenar.