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Ruben Uría Blog

"Si te gusta la pizzza, comé pizza"

“Que no nos confundan. Ese es el camino. A nosotros nos gusta la pizza. Si te gusta la pizza, comé pizza. No comas otra cosa". Simeone, el Moisés rojiblanco que liberó a los colchoneros de las cadenas de la mediocridad, el tipo que avanza para descubrir si será capaz de ver la tierra prometida que otros le dicen que es imposible, sabe qué tierra pisa. Su equipo está en construcción, está falto de confianza, también de chispa y sobre todo, está huérfano de contundencia. Cuestiones capitales que a otro equipo le habrían condenado en Europa. Eso sí, miren ustedes por donde, en un bache de juego multifactorial, el grupo trabaja, cree e insiste. Y eso, a la larga, suma. Y vale un tesoro, porque es en la dificultad donde se miden las convicciones de un grupo. Si sabes sufrir, sabes competir. Y si sabes competir, estás cerca de ganar.

El simulacro de partido – en realidad fue una lucha del propio Atleti contra sus límites y sus miedos particulares- consistió en una suerte de tortilla de aspirinas, donde una migraña permanente golpeó en serie al equipo de Simeone, que tiene mucho por mejorar y que, por momentos, parece peleado con el balón. En mitad de un partido físico, táctico, trabado y áspero, ante un rival que si perdía estaba fuera, el Atleti había perdido el rastro de migas de pan para llegar al gol. Y Simeone, el señor de negro que heredó un muerto y devolvió un campeón, el tipo que podría pasarse sentado sobre su dignidad los próximos cincuenta años, agitó la coctelera. Con la lesión de Giménez apostó por Hermoso – acierto-, ante la inoperancia de Correa buscó juego interior con Lemar –línea-, y viendo que las cosas no le salían a Koke, se la jugó con Morata – bingo-, el autor del gol. Tres cambios, tres aciertos.

Si el choque era un plebiscito popular instigado por los nostálgicos de los años de la Intertoto, no cayó esa breva. Si el encuentro era el sueño húmedo de los que salivaban con la idea de publicar la esquela del Cholo en portada, tendrán que esperar a mejor ocasión. Si alguien se planteó el partido como una ocasión de oro para pitar al Cholo y sus muchachos, el rugido del estadio fue el juez único de la contienda: la gente del Atleti, critique o no un cambio, un once o un estilo determinado, está con Simeone. Si algún atlético impostado confunde criticar una decisión de Simeone con silbar cuando la gente le canta en el estadio, debería interiorizar que, en el fondo, está muy orgulloso de ser como los “otros”.

Si los atléticos contaminados con las ínfulas del nuevo rico, las encuestas de todo a cien y que creen a pies juntillas la gran mentira mediática de la “mejor plantilla de la historia” creen que Simeone va a dejar de trabajar para contentar oídos, van listos de papeles. Si algún “hater” profesional del Cholo creía que por fin iba a poder pegarle como si fuera una piñata, acusándole de cagón, el argentino apostó todo al impar y rojo, arriesgando para buscar un gol que el grupo encontró. Y si algún falso profeta soñaba con música de viento generalizada por un empate, tuvo que ahogar sus penas viendo cómo el Atleti abrazaba el triunfo de la única manera que conoce, del único modo posible y con el resultado que más irrita a los que le odian: sufriendo, insistiendo y por uno a cero. Moraleja: “Si te gusta la pizza, comé pizza”.

Rubén Uría

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