Si un jugador quiere ser un soldado de Simeone, sabe que el talento sin trabajo no sirve. Para jugar en el Atlético de Madrid tienes que comprender que el colectivo está por encima del ego del individuo y debes asimilar que, tengas la calidad que tengas, te llames como te llames y hayas costado lo que hayas costado, el entrenador sólo te va a poner si te sacrificas por el equipo. Así que cuando Yannick Carrasco decidió regresar de su aventura china- nadie sabe por qué demonios se fue ni tampoco por qué volvió-, supo que debía rebajarse el sueldo para poder volver a jugar a las órdenes de Simeone. Cuando el chico volvió, muchos atléticos discutieron su llegada, creyerom que llegaba un ex futbolista y pensaron que no funcionaría, porque el Cholo había quería un nueve y la fichaban un extremo, había pedido un sofá y desde el club le habían comprado una lámpara. Algunos, pocos en honor a la verdad, advertimos una realidad: ¿Le necesitaba el Atleti? La respuesta tenía dos letras, pero la palabra era una sola. Sí.
Durante bastante tiempo, ha hecho bastante frío en la villa solitaria del club de "viudas" de Carrasco. Pero nadie que haya visto jugar a este meteorito belga podría perderle la fe en un virguero que brilla con luz propia. Verso libre en el bloque de Simeone, Carrasco, nacido para regatear de manera supersónica, ha regresado de China para volver a ser importante. Está más afilado, ha recuperado la confianza y además, está con una velocidad endiablada. Y claro, en su mejor versión, Carrasco, con espacios, es una pesadilla para cualquiera. El tipo al que los atléticos habrían levantado un monumento de haber ganado en Milán, ha vuelto. Cabalga, aprieta los puños y elimina rivales.
Carrasco pasa de cero a cien más rápido que su flamante Ferrari, es puro vértigo y cuando se implica en la intendencia de Simeone, es un diamante para el Cholo. En un equipo que considera que el talento sin trabajo no sirve, se festeja como un título haber recuperado a un tipo que cuando pone su talento al servicio del colectivo, hace que el Atleti vuele. Anoche se comió, con patatas y guarnición, a la cobertura del Barça. Se colocó entre Semedo y Piqué. Atacó los espacios. Ganó por velocidad, por habilidad, por ímpetu y por picardía. Pero ganó siempre. Cada duelo, cada carrera, cada porfía y cada regate. Rebelde sin causa y regate volcánico, Yannick es fútbol de barrio. Un extremo de la calle. Uno que se las sabe todas, que corre como el viento y que, con la pelota en los pies, es más fino que el coral. Aquí se ha escrito varias veces y ahora se repetirá porque la ocasión lo merece: Si te gusta el fútbol, te gusta Carrasco.
Rubén Uría
