Tres puntos de oro, juego de hojalata y definición de platino. El Barça, que en los últimos tiempos tiene más puntos que fútbol, conquistó la victoria apelando a la ley del mínimo esfuerzo, a economizar energía y por supuesto, se encomendó al de siempre, Messi. Que no es un jugador, es una póliza de seguros, porque no se toma un día libre, aparece siempre y gobierna con puño de hierro un campeonato que se ha empeñado en ganar, como el curso pasado, con una insultante superioridad. Lio es el tipo que más goles ha marcado en Liga, el que más regates ha completado, el que más asistencias ha dado y el que más remates ha chutado. De propina, es el líder de la Bota de Oro y por supuesto, el futbolista mundial que más goles lleva en lo que va de temporada. Nada nuevo bajo el sol. En caso de apuro, Messi al rescate. Si el equipo no carbura, bola al argentino. Si el Barça se vulgariza, balones al diez. Si el Barcelona abandona el brillo y ofrece su versión mate, Messi emerge como diamante. Para cada problema, Messi es una solución. En caso de duda, Messi-sistema. Y no es que el Barça sea incapaz de no ganar a algunos rivales sin el argentino – recuerden esa “manita” al campeón de Europa sin Lio en el Camp Nou-, pero lo que es un hecho irrefutable es que el mejor de todos los tiempos es la locomotora del tren azulgrana, la “vida extra” del equipo cuando sufre, el pastor con el que al culé, nada le falta.
Su última víctima, el Girona. Y Montilivi, el último templo profanado por D10S, que ha marcado ya en 37 campos de Primera. Sólo le faltan El Alcoraz – aún no ha jugado allí- y el Metropolitano -recién estrenado, aunque en el Calderón ya hizo goles de todos los colores y sabores-, más los de Cádiz, Xerez, Albacete, Numancia y Murcia, que ahora no están en Primera. Casi nada al aparato. Lo de Messi es la historia interminable, el jugador que agota todos los adjetivos y que ha terminado con todos los elogios. Con él levitando sobre el campo y en estado de gracia, varios entrenadores han coincidido este año en que frenarle es del todo imposible, porque sólo se le puede incomodar. Eso y rezar, aunque esto último es, como mínimo, cuestionable, porque implorar al cielo parece de necios porque D10S es del Barça. El último en comprobarlo ha sido un Girona valiente, con once y con diez, que sólo hincó la rodilla cuando el diez despejó los nubarrones azulgranas con una definición exquisita. Fue un nuevo capítulo de una historia interminable: en esta Liga puedes ganarle al Barça, pero a Messi no. Es, guste o no, el amo y señor de esta Liga. No es su zurda atómica, que también. Es su cabeza, que imagina lo que otros ni sueñan. Messi,con la pelota, ve la respuesta antes de la pregunta.
Rubén Uría
