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Ruben Uría Blog

Rubén Uría: "El lado más soleado de la realidad"

No hubo polémica para el periodismo que se mueve en ella como los marranos en la charca y tocó hablar del gran olvidado, el juego. Se habló, miren por dónde, de fútbol. Mal asunto para la cofradía del “Todo ok, José Luis” y gran noticia para los que creen que un buen equipo pesa más que una conspiración. El primer acto fue blanco y el segundo, azulgrana. En dos tiempos que fueron polos opuestos, Barça y Madrid alternaron dominio y ocasiones. Hasta el descanso, el once de Solari se desplegó con gran jerarquía, con intensidad, generosidad, solidaridad y ocasiones. Suficientes para haber matado la eliminatoria. Después del entretiempo, el Barça recuperó la pelota, recobró su juego de posición, combinó con sentido y también tuvo sus ocasiones. Suficientes para haber remontado. Fueron noventa y tres minutos divididos en dos lados soleados de una misma realidad, dividida en blanco y azulgrana, con un epitafio rotundo: combate nulo. 

En clave blanca, Solari aparcó el banco de pruebas y demostró haber encontrado, por fin, “su” equipo: uno en el que manda el mejor Benzema que haya visto el Bernabéu jamás, uno en el que Vinicius está por delante de Bale, uno en el que Ramos es capitán general y uno en el que Marcelo da más el cante que un caballito de mar en un hipódromo. Si el Madrid se había ido, igual ha vuelto. Ahora tendrá una ocasión de oro para resetear su temporada, para doblegar al Barça y para reencontrarse con el favor de sus aficionados, que se han vuelto a reenganchar con el equipo y vuelven a creer.

En clave azulgrana, Valverde fue fiel a sí mismo: prefiere el equilibrio que el riesgo y pájaro en mano que ciento volando, renunciando a la poesía para cobrar derechos de autor. Y el “soci” sabe lo que tiene en casa: un problema llamado Coutinho, al que cada vez se le pone más cara de Arda Turan; un jugador de época llamado Artur; un proyecto de buen lateral en Semedo; un Piqué imponente como el de las grandes noches y un Messi que, si está al cien por cien, llegará a los pies del Bernabéu como Aníbal Barca a las puertas de Roma, con ganas de sembrar el pánico. Si el Barça parecía favorito, ahora no lo es. Eso sí, en la vuelta tendrá una ocasión de oro para recuperar crédito y para volver a profanar el templo enemigo que pone trempante al barcelonismo: el Santiago Bernabéu.

Ambos tienen motivos para aferrarse al lado más soleado de la realidad, pero también tienen suficientes datos como para presuponer que están bastante lejos de sus mejores versiones. En este primer asalto, el Madrid no se puso de perfil, se igualó a su rival, no perdió la cara y demostró que ya no es aquel pelele que acabó apaleado en el Camp Nou en la primera vuelta de la Liga. Y en este primer envite, el Barça se ha dado cuenta de que lo que le espera en el camino, de aquí a final de temporada, va a ser una cuesta bastante más escarpada de la que algunos presumían. Y los pesimistas, que suelen ser los optimistas bien informados, empiezan a tener claro que, para terminar el curso con éxito, no bastará sólo con implorar a Messi. El veredicto final será en el Bernabéu. Allí no habrá tregua, ni se concederá. Ambos no tendrán escapatoria: puerta grande o enfermería. Y para el que pierda ya no habrá lado soleado de la realidad que valga. 

Rubén Uría

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