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Araujo-Atletico-BarcelonaGetty

Ronald Araujo y el arte de defender

Durante los últimos lustros, defender es un verbo que suele ser tabú en Barcelona. Como si no fuera parte del juego, como si fuera algo contracultural, como si esa tarea ingrata no debiera tener el trato diferencial que realmente tiene en todo equipo que quiere ser campeón. Más allá del relato, incluso de la superioridad moral de quienes creen que el fútbol solo consiste en atacar y de los que creen que la defensa es una cuestión terrenal, casi menor, emerge la figura de Ronald Araujo. Si existe un futbolista del Barça que sería titular indiscutible en cualquier equipo del mundo, ese es Ronald Araujo. Y si existe un futbolista del Barça actual que habría sido titular en cualquiera de los últimos grandes equipos del club en los últimos años, ese sería el uruguayo. Gana duelos, salva goles, anula rivales y lidera al grupo desde la cueva. En un equipo trufado de talento, donde la defensa se entiende como una intendencia necesaria pero poco valorada, Araujo hace del arte de defender una obra de arte. Una que exige reconocimiento y merece elogios. Una que también gana partidos.

El charrúa maneja todos los códigos del central de época. Colocación, velocidad, potencia y fiereza para marcar territorio. Carrocería impresionante, anticipación prodigiosa, intuición formidable y zancada tremenda, Ronald es el sostén del equipo. Cuando el fútbol no alcanza y el Barça sobrevive, él emerge. Con apenas dos entrenamientos salvó un gol cantado ante el Intercity en Copa, salvando la cabeza de algunos de sus compañeros. Y lejos de su mejor estado de forma, salvó otro gol ante el Atlético de manera milagrosa, se comió con patatas a Joao Félix, ganó todos los duelos y defendió el área culé como gato panza arriba. Araujo, que será capitán más pronto que tarde, merece todos y cada uno de los elogios que recibe. No es el mejor central del Barça. Es el mejor defensa del campeonato. De largo.

De propina, conviene detenerse en Andreas Christensen. Llegó como agente libre, siendo un "robo" del mercado con la fima de Mateu Alemany, y sin tener nadie que le escriba ni prensa que le adule, se ha consolidado como un valor seguro. Su caso es justo el que necesitaba un Barça con economía de entreguerras. Poco ruido y muchas nueces. Marca, cubre, anticipa, rasca, salta, cuerpea y soluciona los problemas que otros crean. Y no se equivoca ni a palos.

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