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Gallardo River Huracan Fecha 4 Torneo LPF 2021AFP

River tropezó con la piedra de siempre a nivel local

A lo largo de los siete años que lleva el ciclo de Marcelo Gallardo, se menciona permanentemente que su gran deuda es el torneo local. Y, a grosso modo, los partidos como el que disputó ante Huracán son los que se lamentan cuando le faltan cinco para el peso, frase que aún resiste las devaluaciones de la moneda argentina.

A saber: durante todo este tiempo, casi siempre hubo doble competencia para River. Libertadores, Sudamericana, Recopa, Mundial de Clubes y ahora, como en otros casos, Copa Argentina. Y jugar un Superclásico en un certamen de eliminación directa fue demasiada tentación para realizar cinco cambios sobre el once que, con apenas dos victorias, ya se recitaba de memoria. Como si fuera poco, una semana después de enfrentar a Boca se le viene la llave ante Atlético Mineiro y no había otro momento para dosificar las cargas de un plantel que, en apenas 17 días ya jugó seis partidos después de una dura pretemporada en Estados Unidos.

Por eso, la formación incluyó a Casco, Enzo Fernández, Rollheiser, Girotti y Álvarez, siendo este último el único ingreso obligado por la lesión de Suárez. Para colmo, a la media hora, debió salir Paulo Díaz por una lesión. Y fue durante el primer tiempo y parte del segundo, hasta el gol del Globo, que se repitió el partido desarrollado en contextos similares: tenencia con poca profundidad, las pocas llegadas que no se aprovechan, el arquero rival que se luce y, al primer contragolpe, a sacar del medio.

Entonces, Gallardo mueve el banco y se meten los titulares. Y llega Angileri al fondo, saca el centro y Romero demuestra que tiene un olfato goleador que sobresale. Y lo empata, va con todo pero choca y se termina conformando con el empate. Y en unos meses, cuando el Torneo llega a su recta final, piensa en aquellos puntos resignados, en la derrota con Colón del debut y este empate. Contra el Sabalero, con un once absolutamente alternativo; esta tardecita, mitad y mitad. Porque así como los titulares funcionan como un reloj y encuentran su reemplazo ante la ausencia de una pieza, cuando juegan todos juntos no terminan de ensamblarse.

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