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Atletico MG Mineiro River Plate Copa Libertadores 18082021Getty Images

River fue la prueba empírica del abismo entre el fútbol brasileño y el resto de Sudamérica

Barcelona de Ecuador es la última esperanza de un continente que ve cada vez más lejano al fútbol brasileño. El equipo de Guayaquil es el único que puede evitar un pleno de equipos de la tierra de la samba en semifinales, si logra derrotar a Fluminense. Mientras tanto, en la Copa Sudamericana pasó Bragantino y podrían sumarse Santos y Paranaense. Es decir, entre los ocho semifinalistas de las dos competencias más importantes de Sudamérica, siete podrían ser representantes del mencionado país.

Dinero de a millones para construir los estadios de la Copa del Mundo 2014, para incorporar futbolistas de talla mundial, incluso para sumar estrellas del fútbol argentino, con propuestas económicas casi a nivel europeo, ya con público en los estadios, con una competencia apasionante y exigente como el Brasileirao, en la cual no hay descanso: si se tiene que jugar dos días seguidos, se juega. Y si tiene que descender un grande como Cruzeiro por una mala temporada, desciende. Y este año le podría tocar a Gremio, campeón de América hace cuatro años. Y si lo merece, le va a pasar. Porque esos detalles también jerarquizan.

Todo este análisis tuvo su comprobación empírica en el Mineirao. River llegaba con la ilusión natural que despierta tener a Marcelo Gallardo y su mochila cargada de épica, especialmente en dicho territorio. Y duró lo que quiso Atlético. Porque de entrada no especuló con la ventaja lograda en el Monumental y en menos de 5 minutos puso a Edu Vargas de cara a Armani. Y cuando el Millonario comenzó a asentarse y a descubrir los reflejos de Everton, se despertó la bestia: centro de Hulk, chilena de Zaracho; salida rápida del arquero, pase al vacío de Savarino y el Increíble que la pincha a la carrera. Para colmo, entre gol y gol, nuevamente la muralla del Galo evitó el descuento de Álvarez.

La segunda parte estuvo de más. Porque no hubo cambio que diera vuelta una historia ya escrita y confirmada con otro centro del venezolano, que con tres goles de diferencia en el global no dejó que se fuera la pelota y Zaracho, que ya había metido el suyo, fue a buscar para la palomita del 3-0. ¿Faltaba más? La atajada de Everton en el tiro libre de De La Cruz no tuvo sentido. Parecía imposible pero no lo fue.

De poco o nada sirve hablar de la decisión táctica de incluir a Maidana y sacarlo después del 0-1 ante un nivel bajísimo. O si Paradela no entró bien. O si extrañó a Enzo Pérez, a De La Cruz, a Montiel o a quien sea. Y todo lo que se debatió sobre la ausencia de Nacho Fernández en el equipo de Cuca estuvo de más. No fue una derrota en el duelo de técnicos. River no pudo hacer pie casi nunca en los 180 minutos de la serie. Tal vez en los primeros minutos de la ida y nada más. 

Y entonces, ¿Boca hizo mejor papel que River ante el mismo rival? En los hechos, sí. Porque le metió dos goles que solo para el VAR fueron ilícitos, porque mantuvo su valla en cero durante los dos encuentros y cayó en los penales. Pero la repregunta que surge es: ¿era el mismo rival? Aquel Atlético fue, como mucho, el 10% del que atropelló al Millonario. ¿Y fue por el buen trabajo Xeneize o porque no le salió nada? Cualquier respuesta posible es pura hipótesis y pensar otro desarrollo es contrafáctico.

 A River se le terminó la ilusión. La última Copa Libertadores de la presidencia de D'Onofrio y del actual contrato de Marcelo Gallardo terminó de la forma menos pensada: sin competir, sin estar a la altura de la circunstancia. Pero lo más preocupante es que, a este paso, cada vez será más excepcional ver a un equipo brasileño perder ante alguno de los otros nueve países

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