Yerry Mina Barcelona 2017-18Getty Images

Por qué Yerry Mina nunca tendría que haber llegado al Barcelona

Fue una de las sensaciones del Mundial Rusia 2018. Se revalorizó a base de goles y buenas actuaciones. Se mostró firme como defensor central de la Selección Colombia, un equipo que mostró algunos pasajes interesantes, otros mediocres y algunos tantos prometedores. Everton será quien ahora lo tendrá entre sus filas y disfrutará de su jerarquía. Lo que no pudo el Barcelona. Porque el Barcelona está para otra cosa.

No es maldad del equipo catalán. No se trata de un complot en su contra. No tiene que ver con el capricho de un técnico. La explicación por la que Yerry Mina no encontró su lugar en el Barça es más bien simple: no tiene las características para jugar ahí. Tras apenas seis meses de tenerlo en los entrenamientos, lo saben mejor que nadie. Compraron a un jugador de jerarquía que por sus condiciones nunca podría adaptarse al estilo del club.

Es gigante. Casi dos metros. Le cuestan los movimientos. En los octavos de final, ante Inglaterra, se apreciaron con facilidad sus vicios y virtudes. Lo sufrió a Raheem Sterling cada vez que el picante delantero del Manchester City le tiró diagonales en velocidad. Porque Mina no se lleva bien con los espacios. Cada vez que uno de los atacantes a los que marca se encuentra con lugar para desbordarlo, el colombiano sufre. Por otro lado, cada vez que le tiraron una pelota área a Harry Kane, Mina apareció para anticipar y ganar, especialmente desde arriba. Ahí es donde puede hacer la diferencia.   

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Yerry Mina Barcelona 2017-18Getty Images

Con la pelota también tiene problemas. Complicaciones con los perfiles, en realidad. Cuando saca el balón hacia el sector derecho, resuelve con bastante naturalidad. Pero otra cosa es el momento en el que necesita salir hacia la izquierda. Ahí llegan los problemas. Las reacciones son más bien lentas y le resulta casi imposible darle una salida rápida a su equipo. Mina necesita controlar, acomodar y pasar. Lo que él precisa resolver en tres toques Piqué o Umtiti lo podrían hacer en uno o dos. Está un tiempo atrás.

La clave del pase de Mina a Barcelona está en el fracaso del club catalán en conseguir a su opción A: Davinson Sánchez, ahora en el Tottenham. Al colombiano lo pretendían fichar en el verano del 2016, pero terminó en Ajax. La idea era que se fogueara con la filial, lo que luego terminaría haciendo Marlon Santos (otro plan que no funcionó). 

Con la negociación fracasada, apuntó al entonces compañero de Sánchez en la Selección Colombia, también joven y bueno técnicamente que además jugaba en Palmeiras, un club brasileño, terreno más que controlado por los agentes con buena relación con el equipo catalán. Fue una apuesta de Pep Segura, manager general del club. El adiós de Mascherano precipitó la operación y el conjunto europeo terminó pagando más de lo que pretendía: cerró el fichaje en casi doce millones de euros. Al final, fue apuro para nada (o muy poco): el colombiano jugó solo cinco partidos.

Ahora, el Barcelona lo vendió en un precio muy superior al que lo compró: 30 millones de dólares. Pero más allá de la cuestión operativa, quizás hasta sería bueno para el jugador asumir que las condiciones técnicas que ofrece la institución para un central (jugar muy adelantado, dejar mucho terreno a las espaldas, estar en contacto con el balón permanentemente, sumarse por momentos a la línea de mediocampistas) no van con su ADN. Lo suyo, en realidad, va por otro lado: un equipo que espere más bien retrasado, al que resulte difícil entrar para los rivales, que defienda en pocos metros y él pueda tomar con facilidad al centrodelantero rival. Tal vez, Everton sea ese lugar ideal para su juego.

Fue una cuestión del mercado de fichajes contemporáneo. Se compran jugadores sin pensar demasiado. No es culpa de Mina haberle dicho sí a uno de los clubes más grandes del mundo. Pero quizás sí hubiese cargado con la responsabilidad de no tomar la decisión de irse. Porque a Barcelona, en realidad, no tendría que haber llegado nunca.

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