EDITORIAL
"A ganas no nos puede ganar nadie" lamentaba Leo Messi tras ver volar LaLiga. La Champions League es la última oportunidad del Barcelona para evitar acabar la temporada con las manos vacías, una sensación que planea como la espada de Damocles encima de las cabezas de los futbolistas azulgrana, que cumplieron y poco más frente un equipo tan voluntarioso como volcánico como es el Nápoles, tan capaz de robarle la posesión en el tramo inicial como de hundirse tras el gol Clément Lenglet.
Así vivimos el Barcelona 3-1 Nápoles
El francés recibió un abrazo como nunca lo había recibido de parte del diez, que dibujó un gol imposible para establecer el 2 a 0 y todavía hubiera firmado otra maravilla si el VAR no hubiera detectado el suave toque del balón contra su brazo en el control que precedió el remate con el que volvió a batir a David Ospina, aunque esta vez no subió al marcador. Sí subió el 3 a 0 por obra y gracia de Messi, que provocó un penal ante Kalidou Koulibaly que cedió a Luis Suárez. El grupo por delante del individuo, demostró Messi.
Porque a ganas no le ganó nadie, como suele suceder. El rosarino quiso que esta vez sus mismas ganas las tuvieran el resto de sus compañeros, con quienes compartió goles y protagonismo para acabar renqueante y visiblemente agotado. Porque lo visto los últimos meses bien ha arrancado más de un "por el amor de Dios" entre la parroquia barcelonista, que por suerte sigue teniendo a Messi.

