Andrés Guardado BetisGetty

Otra gente, otro impulso, otro Betis

Ruben Uria BlogGoal

Los béticos ya han visto demasiadas veces la misma película y se conocen el final de memoria. Atención, spoiler: No tiene final feliz. Después del enésimo tropiezo, de volver a coquetear con el rídiculo, de volver a pegarse un tiro en el pie y de volver a demostrar que tiene una defensa de cartón piedra, el beticismo está harto de estar harto. Desde 2016, el Betis se ha gastado 200 millones de euros en fichajes y ha convertido el banquillo de Heliópolis en una silla eléctrica por la que ya han pasado Gustavo Poyet, Víctor Sánchez Del Amo, Alexis Trujillo, Quique Setién, Rubi y ahora, Manuel Pellegrini. Es igual. El orden de los factores no altera el producto. Con todos los respetos que merece el sentimiento de las trece barras, uno empieza a tener claro que, si el elegido para ocupar el banquillo hubiera sido el simpático 'Palmerín', el resultado sería el mismo. Entre otras cosas, porque el problema del Betis no es, ni nunca ha sido, un problema de entrenador. El auténtico problema del club no está en el banquillo, sino en el palco

Dejando a un lado el debate sobre las filias y las fobias, la clasificación es como el anuncio de la prueba del algodón. No engaña. El equipo es el más goleado de la categoría. Como lo fue el pasado curso. Y el anterior. Y el otro. Y también hace cinco años. No hace falta ser Albert Einstein para tener claro que, en la vida, como en el fúthol, si uno busca resultados distintos, no puede seguir haciendo lo mismo. Durante el último lustro, el fútbol ha fortalecido la teoría de que los equipos competitivos se construyen de atrás hacia adelante, mientras el Betis ha seguido ignorando la principal sangría de su fútbol y sobre todo, de sus resultados. De cara a la galería, se ha preocupado. De cara a al realidad, no se ha ocupado. Pudo cambiar de estilo, pero no quiso. Pudo cambiar de perfil de técnico, pero no quiso. Pudo seguir con su filosofía de juego, pero reforzar el sistema defensivo, pero no quiso. Y pudo seguir con todo lo anterior y acudir al mercado para comprar lo que el equipo pide a gritos, defensas que no sean de cartón piedra. El Betis necesita más hechos y menos palabras. Más liderazgo y menos postureo. Más hombres que nombres. Más pelea y menos chistes. Más Serras y menos Big Data. Más fútbol y menos proyectos donde se cambia todo para que nada cambie.. 

Después de cinco años y sin querer satanizar a la directiva actual - contra la que quien esto escribe no tiene absolutamente nada-, hay un hecho contrastado: se han cometido todos los errores que se podían cometer. Basta observar la hoja de ruta del club, el presupuesto, el gasto en fichajes y las clasificaciones de cada temporada para tener claro que la cosa no funciona. Y que los que debían tomar decisiones valientes y sensatas, se han equivocado, de medio a medio. No se ha sabido articular una política de fichajes coherente a las necesidades del equipo, no se ha sabido implantar una ética del esfuerzo en la plantilla, no se ha dado con la tecla para motivar al personal para tener una mentalidad fuerte y con la venia, uno tiene la sensación de que también se ha cometido un grave error con el modelo de club que se ha elegido. El Betis necesita otro impulso. Otra ilusión. Otra gente, manque pierda.

Rubén Uría

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