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Bayern Munich Atletico Madrid Champions LeagueGetty Images

No es lloro a lloro, sino partido a partido

Lloros, gimoteos, plañideras, pesimismo y desolación. Nada más conocerse la lesión de Luis Suárez, algunos aficionados del Atlético de Madrid han caído en el pesimismo más profundo, recordando aquellos tiempos donde el club solía refocilarse en la estética del perdedor y hacía del lloro su bandera. Nada le ha hecho más daño al Atleti que la cultura de la queja, que el culto al victimismo y que la excusa permanente de la mala suerte. A uno, que le pagan por escribir lo que piensa y no por apasionarse, le resulta difícil la tarea cuando el asunto entronca con los colores que profesa. Para qué nos vamos a engañar a estas alturas de la película. Sin embargo, resulta kafkiano que los que durante estos años han presumido de creer dejen de hacerlo ante situaciones que tienen mucho que ver con el azar y bastante poco que ver con el prejuicio, el lamento y esta ola de pesimismo que el club no se puede permitir.

Hay quien escenifica las últimas desgracias del Atleti como las siete plagas de Egipto: una mala racha de resultados, un socavón en el juego del equipo, varias malas decisiones del entrenador, un alud de bajas musculares, un brote del virus en el peor momento, algún susto en el entrenamiento y hasta algún arbitraje nocivo. Todo eso ha pasado, cierto. El Covid-19, las lesiones, el fallecimiento de un ser querido por parte de un jugador, algún resultado inexplicable, la merecida eliminación de la Champions, la excesiva carga de tarjetas, el bloqueo del equipo en los últimos tiempos y por qué no decirlo, la fatiga y la falta de soluciones del entrenador. Sería de necios negarlo, pero hay dos maneras de salir del atolladero: salir corriendo a 'La Llorería' o afrontar la crisis sabiendo que es tiempo de oportunidades, porque cuanto más difícil es el reto, más grande es la gloria.

Anda el personal famélico de ánimo, miedoso de que el prójimo les diga que perder esta Liga es un fracaso, cuando el Atleti depende de sí mismo, puede revertir la situación y nadie mejor que Simeone sabe que esto va partido a partido, no lloro a lloro. Se ha roto Luis Suárez por tres semanas y ante el Betis no estará Marcos Llorente. Los dos máximos goleadores del equipo. Faena, contratiempo y con perdón, putada. Pero de ahí no pasa. La vida sigue, la carrera de obstáculos también y es el momento de afrontar la dificultad. Ya se lo decía Rocky a su hijo: la vida no es de color de rosa, pero no importa lo fuerte que golpea, sino tu capacidad para aguantar. Hay que avanzar sin dejar de encajar los golpes. Así es como se gana.

¿Bajas? A seguir, a pelear y a por todas. Y no es postureo barato, ni arenga de todo a cien. Es una obligación. Tampoco tiene nada que ver con el optimismo, sino con la experiencia y con la edad. Uno ya ha cumplido 46 años. Uno ha visto al Atleti en Segunda, le ha visto arrastrarse por esos campos de Dios, le ha visto pasar 14 años sin ganar al vecino, le ha visto jugar con equipos infames, le ha visto en tierra de nadie, disputando la Copa Intertoto y bordeando la quiebra económica. Ahí sí que había motivos para llorar, para lamentarse, para quejarse y para renegar el carné alguna tarde de disgustos, porque aquello era un bucle de mediocridad infernal. Pero ¿llorar, ahora? ¿de qué? De nada.

El Atleti vive la mejor década de sus más de cien años de historia, tiene un entrenador que le ha dado gloria al club, cuenta con una buena plantilla y está peleando por ganar una Liga que el noventa por ciento de sus aficionados ni soñaban poder conseguir en verano. Vade retro al Pupas. Basta de lloros. Dramas cero. Destierro al fracaso. Fuera miedos y victimismo. Ante el Betis saldrán once señores vestidos de rojiblanco y pase lo que pase, se gane o se pierda, club, equipo, entrenador y aficionados están obligados a afrontar su destino con la cabeza arriba, todo cuello y vendiendo cara su piel. Este equipo lleva años demostrando que el esfuerzo no se negocia y esa es la clave. Camiseta, escudo y sudor. No es lloro a lloro, sino partido a partido.

Rubén Uría

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