Pasaron casi un año y siete meses (se cumplirán este domingo) del último partido que Boca había disputado con su cancha repleta. Russo en el banco, Tevez como referente y apenas tres sobrevivientes en el once titular de esta noche. Miguel ya no está, Carlitos tampoco y Sebastián Battaglia venía de ver el fin de su invicto en el Superclásico ante River. Y La Bombonera, que siempre se dijo que habla, dio el veredicto: a los pibes, todo.
La crítica sobre el entrenador después de caer en el Monumental pasó por el lugar que le dio (o no) a los juveniles. Se privilegió la experiencia y los experimentados quedaron en deuda. Por eso, desde que comenzaron a pisar el Alberto J. Armando, los fanáticos decidieron respaldar a los frutos de una cantera a la que se señala como el futuro del club, pero ese futuro ya llegó.
Porque en la ficha del partido aparecen los nombres de Marcelo Weigandt, Agustín Almendra y Luis Vázquez. El primero, que tuvo que salir a mostrar en Gimnasia que nació para la azul y oro; el segundo, autor de un golazo, estuvo colgado y casi se va por la puerta de atrás; y el tercero, para el cual siempre se piensa un dueño de la '9', convierte con movimientos que recuerdan nada menos que a Martín Palermo. Y, por qué no, el de Cristian Pavón, que llegó joven, explotó, decepcionó y lo pagó con un exilio que parece haberlo renovado.
Pero hubo más que goles: el aplomo con el que juega Montes y, de nuevo, el sobresaliente nivel que muestra Aaron Molinas cada vez que le toca ingresar, como titular o desde el banco. Tal vez la decisión más discutida sea por qué no es titular indiscutido pero Battaglia sabe que es un diamante en bruto que deberá llevar de a poco, como a otros que no le tocó esta noche como Barco, Sández, Varela o Medina.
En cuanto al partido, está claro que necesitó del cachetazo del 0-1 para reacomodarse y mostrar la mejor versión, que llegó a partir del gol del Chelo y en la segunda parte cuando la victoria era prácticamente un hecho, hasta el descuento de Braghieri que despertó fantasmas que rápidamente fueron despejados con el 4-2 y las manos rojas de aplaudir a jugadores que, poco a poco, se transforman en las soluciones que todo Boca necesita.