Robert Lewandowski Karim Benzema Real Madrid Bayern Munich UCL 01052018Getty

La temporada perfecta de Benzema vale el pase a Kiev

OPINIÓN

Ya lo decía Sergio Ramos en rueda de prensa: “Es una final ante el Bayern. Para llegar a Kiev, primero hay que jugar antes esta otra final en el Bernabéu”. Aunque seguramente el capitán blanco no esperaba semejante tensión desde el primerísimo primer momento. Concretamente, desde el minuto dos de partido, que fue lo que tardó Kimmich en poner el 0-1 en el marcador. Como la Juventus. Como el Bayern el año anterior. No había peor forma de comenzar una final: recuperando fantasmas pretéritos y el rival abriendo sus alas de par en par como lo mismo ni imaginaban durante toda esta semana. 

Nadie sabe ya cómo hubiera sido el guión del partido si no hubiese entrado ese gol. Cómo habría asimilado el Real Madrid el once de Zidane, con Lucas, Kovacic, Asensio y Benzema. Quizás no muy diferente a lo que se vio, igualmente: dos gigantes de Europa batiéndose mano a mano a tumba abierta. No había nada más importante. Balón dividido más crucial. Ni marca individual más relevante que la que iban teniendo ante sí cada uno de los veintidós jugadores sobre el campo. Dibujando así un partido con un descomunal ritmo, mayor que el de Luis Fonsi, Maluma y Ricky Martin juntos en una noche de verano. El premio lo merecía. Aunque al Real Madrid seguramente le hubiera venido mejor un encuentro más reposado y especulativo.

El artículo sigue a continuación

Afortunadamente para los intereses blancos, apenas tardaron diez minutos en responder al gol del Bayern. Y fue Karim Benzema el que anotó. De cabeza, solo en el segundo palo, a un centro de Marcelo. De nuevo el lateral brasileño le igualaba el pulso a Kimmich, como en Múnich. Mientras que el delantero galo marcaba ese gol que su temporada le estaba demandando. Se estaba quedando un año para que al final anotase el que podría ser el gol más importante del curso. Como la temporada pasada en el Vicente Calderón. Como Anelka en 1998. Lo sabían hasta en Filipinas. Historias así escriben la leyenda campeona del Real Madrid. Un gol que certificaría una temporada perfecta.

Menos mal que el Real Madrid pudo contar con el colchón del gol del francés, puesto que el Bayern le fue ganando poco a poco la partida hasta el descanso. Minándole la moral casi imperceptiblemente al apoderarse de casi cada duelo, fruto de un imponente centro del campo. Faltó Javi Martínez a última hora, pero los Thiago-James-Tolisso-Ribéry-Muller además de Alaba fueron encontrando fugas en el esquema blanco hasta reducir el peligro blanco a jugadas lanzadas y contraataques -que los tuvo-. Especialmente dominantes anduvieron un resolutivo Thiago, un incansable Alaba y un James cien veces mejor que sus últimos dos años en Madrid. El colombiano tuvo un rechazo debajo del larguero que se marchó lamiendo el larguero que hubiera sido el colmo a su regreso al coliseo blanco.

El descanso tuvo el efecto que todos los aficionados al fútbol deseaban: que los jugadores tomasen un poco de aire para volver a la batalla en idénticas condiciones a las que se vieron en la primera parte. Y así fue. Aunque con los papeles cambiados. Esta vez fue el Real Madrid quien se adelantó en el marcador gracias un regalo de Ulreich que no desaprovechó Benzema a puerta vacía nada más pisar el césped a la salida de vestuarios (2-1). ¡Otra vez Benzema! El desahuciado convertido en el casero de los milagros. Pero para desgracia blanca, después de que Ronaldo fallase dos francas dentro del área, el Bayern tardó apenas cuarto de hora en lograr la igualada gracias a James, que esta vez sí que encontró el premio del gol. No lo celebró, como prometió. Aunque su tanto bien podía valer un billete para Kiev (2-2). El Bernabéu se lo supo agradecer.

El gol a falta de un cuarto de partido trajo consigo más nervio y más tensión. No parecía posible. Pero así fue. Dejando la final en manos de aquel que tuviese mayor sangre fría en lo que fue un torrente de errores no forzados que convirtieron el partido en un correcalles. Fútbol en estado puro, pensarían muchos. Fútbol de los que revientan Holters, también. De ahí quizás que Zidane agitase el banquillo buscando algo más de control y oxígeno con Casemiro y Bale en lugar de un ovacionado Benzema y de Kovacic. Heynckes reaccionó metiendo más dinamita con Wagner en lugar de Tolisso. 

Casi le sale rana la idea a Zidane, si no llega a ser porque Keylor estaba para sacar un tiro a bocajarro de Tolisso dentro del área nada más realizarse las sustituciones. Con sus constantes paradas, el costarricense fue el otro gran protagonista del partido junto a Benzema. La noche de los muertos vivientes, que dirían los más peliculeros. Y quién sabe si ahí pudo tener el Bayern la clasificación, porque no tuvo ocasiones más claras hasta el final salvo un par de acciones colgados del área. Los bávaros pusieron muy cara la clasificación. Heroica, incluso. El fútbol lo celebró. El Real Madrid todavía más. Hacía veinte años que no se veía a un mismo equipo jugando tres finales de Champions consecutivas. Tenía que ser el Real Madrid. Tenía que ser Benzema. Tenía que ser de esta manera agónica.

Anuncios