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Koeman, el hombre del saco


EDITORIAL

Seguramente no les va a gustar lo que van a ver. Puede que incluso duela pero alguien tiene que poner orden al desaguisado azulgrana. Los despropósitos y las malas decisiones hace demasiado tiempo que se suceden. La realidad ha atrapado a un Barcelona que ha visto cómo todas sus miserias quedaban expuestas en la peor derrota de los últimos ochenta años, y ahora llega el turno de un entrenador con autoridad como para recuperar la disciplina y la rutina de trabajo que se le presupone a cualquier club de élite, algo que lleva años brillando por su ausencia en el Camp Nou.

Ronald Koeman, si finalmente el club logra hacerse con sus servicios, llegará al Barcelona con una misión muy clara, la de recuperar la identidad y la competitividad. Es un técnico muy exigente a todos los niveles y que no le debe nada a nadie, con sobrada legitimidad a ojos de todos -dentro y fuera del vestuario- a la hora de tomar decisiones que disgustarán tanto como dolerán a muchos aficionados pero la situación ha llegado a tal punto de insostenibilidad que es inevitable ya que el cambio sea traumático. De alguna forma los jugadores, ayer endiosados, hoy envilecidos tras lo del Bayern, van a ver llegar a su propio hombre del saco. Habrá que cuadrarse, esta vez.

Koeman ya era Koeman antes de que muchos de los miembros de la actual plantilla se dedicaran al fútbol. Se trata de un técnico pragmático, que sabe lo que quiere y al que le sobra capacidad de trabajo. Conoce perfectamente el club y su entorno y, además, sabe mejor que nadie qué significa ser una vaca sagrada del Barcelona, sin olvidar que también vivió su propia carnicería en 1994, cuando el Milan destrozó al dream team en Atenas.

Sin duda, su llegada, de suceder, se producirá con el claro objetivo de poner patas arriba al vestuario, devolverle la capacidad de sacrificio a la vez que el equipo recupera la identidad que nunca debió perder y, de ser necesario, liquidar a alguna de las vacas sagradas del siglo XXI. Es un poco la misma misión que Juan Soler le encargó en 2007 cuando le puso al frente del Valencia para renovar el equipo que ganó logró el doblete en 2004 pero desde la directiva ché le abandonaron a su suerte. Está por ver si la junta de Bartomeu resiste la presión y acompaña al flamante nuevo técnico cuando tome las decisiones que no se han tomado durante los últimos tres años.

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