Gerard Piqué se aparta. Cuelga las botas. Después de meses de sufrimiento, de interiorizar que se había roto el amor de tanto usarlo, ‘Piquembauer’ da un paso al costado para no decir adiós con la amargura del jugador en el ocaso al que le queda el orgullo de haber sido y el dolor de ya no ser. Ya no se siente parte de la solución y por eso no desea embarrar su carrera siendo parte del problema. Piqué se va por iniciativa propia, se va antes de que le echen, por sorpresa, anticipándose al cruce, con energía y sin los tacos por delante. Sin previo aviso al club ni al vestuario, tomando la iniciativa para que un adiós traumático acabe siendo un final aplaudido, por todo lo alto, conforme a su estatus de leyenda. Su carrera exige y merece respeto. Uno al que se le faltó con gratuidad, porque a veces, a los aficionados se les llena la memoria de olvido. Piqué se va de la que ha sido, es y siempre será su casa. Se va antes de que le echen, sabiendo que no contaban con él, dolido por unos pitos injustos, asumiendo que le han querido tirar porquería encima y haciendo un último servicio al club que ama, contestando a los que le tachan de pesetero al renunciar a año y medio de sueldo. Se va uno de los mejores defensas de la historia del fútbol. Lo deja el mejor defensa de la historia del Barça, que siempre fue la segunda piel de Gerard.
Piqué, rebelde con y sin causa, nunca fue un mártir. Siempre le gustó el salseo, el exceso, el pisar los charcos, serla novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro. Siempre le fue la marcha. Amado por la culerada y detestado por el madridismo, algo que es perfectamente compatible, Piqué protagonizó uno de los episodios más injustos de la historia de la selección. Fue pitado cuando defendía la camiseta de todos.No le pitaron por sus gamberradas, ni por su relación con una cantante, ni por estar orgulloso de ser catalán, ni por ser un forofo del Barça.Durante años, los suministradores de estramonio aplicaron a Piqué una cadena perpetua de descrédito. Su crimen, ser antimadridista.ConKevin Roldán empezó todo. Aquella campaña prefabricada incitando a pitar a Piqué por haber tenido la valentía o el mal gusto de reírse públicamente del Real Madrid, fue un completo bochorno.
Piqué lo deja. Dice basta. Cuelga las botas. Da un paso al costado y el barcelonismo le tributará el adiós que merece. Los que le azotaron en plaza pública e incitaron a que se le pitase, ahora batirán el récord de hipocresía. Exclusiva: editarán vídeos cursis, pondrán una musiquita lacrimógena, reconocerán que fue un gran jugador y dirán que están compungidos porque se va el tipo al que persiguieron, de manera rastrera y durante muchos años, por ser antimadridista, camuflando ese odio intestino con la excusa barata de la política y la patria.
Piqué se va porque no quiere ser un problema, se va antes de que le echen, se va dolido por unos pitos injustos y se va, sin previo aviso, perdonando bastante dinero, para tapar algunas bocas. Se va haciendo un último servicio a un club que ha defendido y prestigiado. Se va aplicando la ley no escrita más universal de la historia del club. Preguntarse qué puede hacer uno por el Barça y no qué puede hacer el Barça por uno. Precisamente por eso, este adiós no será un 'hasta siempre', ni tampoco un 'hasta nunca'. El adiós de 'Piquembauer' es un 'hasta pronto'.
Rubén Uría
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