La semifinal de la UEFA Champions League entre el Real Madrid y el Manchester City apunta a ser el momento clave de la temporada futbolística a nivel de clubes. El partido enfrenta al equipo al que todos quieren parecerse contra el equipo al que todos temen. El conjunto al que todos consideran como el que mejor juega contra el conjunto al que todos ven invencible. El City de Pep es el equipo al que más alaban semana tras semana y el de Ancelotti el que, de una manera o de otra, casi siempre te acaba ganando. Dicho de otra forma, es el mejor partido posible.
Además, se miden frente a frente dos de los mejores jugadores del mundo y, sin duda, los dos más en forma. Vinicius Júnior y Erling Haaland. Ambos suelen tener, como quien dice, una o varias cámaras siguiendo cada uno de sus movimientos partido tras partido y ambos saben que este martes, los focos estarán sobre ellos y los análisis que se hagan tras el partido y tras la eliminatoria serán férreos y convertirán al ganador en héroe y en el principal candidato al Balón de Oro. Cada uno, con su estilo y con su forma de ser, han demostrado una ambición desmedida y una capacidad para desequilibrar los partidos a favor de sus equipos muy por encima de cualquier otro futbolista esta temporada.
Haaland es el silencioso. El típico delantero que te aniquila sin verle venir. No es Ronaldo Nazario, que era un futbolista capaz de estar 70 minutos sin oler la pelota y clavártela, pero sí es ese jugador que en dos toques o en uno solo puede decidirte un partido. Suele tener una incidencia mayor de la que un goleador suele tener, pero es tan killer como cualquier otro en la historia del fútbol. Es la mezcla perfecta. Un androide venido del futuro.
Vinicius es todo lo contrario. Es un auténtico martillo pilón. Es, con mucha diferencia, el jugador que más te asegura tener ocasiones de gol. Un jugador del pasado. Un futbolista de calle, de los que les gusta tener el balón, de los que, cuando lo recibe, encara, lo intenta y al final, tenga el día o no, te termina dando la victoria. . Más aún en el momento en el que llega en el que ni siquiera te termina arrasando por insistencia, sino por calidad. Prueba de ello, el pasado sábado en el que desniveló una final en la primera acción que tuvo. Apenas habían pasado 100 segundos y ya había hecho fosfatina a una defensa de Osasuna que llegaba con ganas de hacer el mejor partido de su historia.
El mundo del fútbol pondrá mañana sus ojos en el Santiago Bernabéu donde el olfato de Vinicius y de Haaland hará que se le erice la piel a los aficionados de Real Madrid o Manchester City. Todos quieren degustar este partido y la sensación es que, el que esté más inspirado, provocará que las gargantas de sus admiradores se hagan oír en Madrid, Manchester y en cualquier rincón del planeta. Es un partido para tener los cinco sentidos puestos.