Poco más de un año y medio lleva Guillermo Barros Schelotto en el banco de Boca. Desembarcó el 6 de marzo de 2016 y, tras el triunfo ante River en el Monumental, llegó ya al centenar de puntos en menos de cincuenta partidos. Si lo que pedían en el Xeneize era efectividad tras el cuestionado paso de Rodolfo Arruabarrena, el Mellizo llegó para transformar al equipo en una máquina de sumar y convertir.
Desde que desembarcó en La Bombonera, Guillermo lleva dirigidos 49 encuentros: ganó 29, empató 13 y perdió únicamente 7. Jamás cayó dos veces seguidas y sostiene una racha de 14 cotejos seguidos invicto (la última derrota por competencia local fue jutamente ante el Millo, como local, en mayo pasado). Se le contabilizan los choques desde el campeonato de Transición, en donde mostró, tal vez, su peor cara.
Con la Copa Libertadores en el medio, consiguió únicamente tres triunfos, tres igualdades y cuatro derrotas. Durante el torneo de la temporada pasada sumó 18 victorias, 9 empates y las otras 3 caídas, mientras que en lo que va de la Superliga lleva 8 ganados en 8 disputados.
La huella que deja Schelotto, sin embargo, tiene que ver más con los tantos que con las unidades. En estos 49 duelos, su equipo metió 93 goles y recibió tan solo 37, lo que da un promedio de un poco más de dos gritos por jornada. Fue el conjunto más goleador del certamen que lo tuvo como campeón y en éste lleva ocho más que Talleres, el segundo que más veces convirtió (13).
Más allá de las increíbles estadísticas que ostenta Boca desde su llegada, en donde mejor brilla es en la diferencia que le sacó a los demás. En estos 18 meses en los que llegó a los 100 puntos, el que más cerca lo tiene es San Lorenzo, que, en la misma cantidad de tiempo/partidos consiguió 91. ¿River? Lejos, con 79. Números que lo dejan a punto de conseguir una marca más que meritoria: llegar a un año consecutivo como puntero del fútbol argentino.
