GoalIrrealizable. Inviable. Inalcanzable. Quimérico. Que Pep Guardiola pudiera regresar a Barcelona, el sitio del que jamás debió salir, parece ciencia-ficción. Es feliz en Manchester, sigue siendo un coleccionista de títulos insaciable, una leyenda de los banquillos y alguien que, gane o pierda esta Champions, es la autoridad moral más grande que existe en el fútbol espectáculo. ¿Por qué motivo saldría Pep de un lugar donde está arropado por sus amigos y colaboradores y que le proporciona éxito y satisfacción? ¿Estaría dispuesto a salir del Eitihad? ¿Rechazaría volver al lugar que más feliz le hizo y que siempre será su casa? Y sin embargo, aunque exista apenas un 1% de posibilidades de éxito, Guardiola sería la solución a todos los males. Hay quien cree en casualidades y quien no. Que el mismo día que Pep conquiste su trigésimo primer título entronque con la gaseosa autodestrucción del Barça, debería ser suficiente para que los socios culés sueñen despiertos con el retorno del hijo pródigo que sublimó el legado de Cruyff. Sería doblar la apuesta y hacer realidad algo que parece de ciencia-ficción.
¿Por qué? Sencillo. Pep sería la carta ganadora, el líder que necesita un club que ha perdido el norte y está obligado a recuperar la excelencia. De incencio en incendio gracias a los anteriores gestores y en llamas por su enésima decepción deportiva, el Barcelona necesita urgentemente un chute de positividad, porque el presente del club, en lo económico y en lo deportivo, invita a la depresión. Pendiente de renovar a Messi -sigue sin tener una oferta formal sobre la mesa-, lastrado por unos fichajes disparatados que han arruinado al club, hipotecado por unos salarios altísimos de varios jugadores veteranos y trufado de futbolistas que no han mejorado en nada lo que había, el Barça se está desangrando. Con una deuda de más de mil millones -setecientos a corto plazo-, la necesidad de diferir salarios, vender jugadores y refinanciarse urgentemente, el Barça no tiene un euro. Y a pesar de que el humo de los medios de comunicación manosea gratis la ilusión de un socio al que se intenta engañar, el Barça no podrá fichar a ningún crack de nivel. Mbappé, Neymar, Haaland y los otros 127 nombres que vienen sonando, antes y después de las elecciones, cuestan un fortuna que el Barça no se puede permitir, salvo que cobren en 'Sugus' de piña, fresa y maracuyá.
En plena ruina, el Barça está abocado a buscar esperanza. Y esa ilusión, por inviable, inalcanzable o irrealizable que pueda parecer, es Guardiola. Si Pep volviera, la hoja de ruta sería excitante. El club no tiene un céntimo y está estrangulado por una política de salarios y fichajes que habría firmado el enemigo. Fichar cracks es imposible y soltar lastres millonarios es una obligación. ¿Solución? Convence a Pep. Sedúcele, suplícale y hazle ver que el club de su vida le necesita. Más que nunca. No fiches, con Guardiola sobra. Sería el líder que necesita el club. Resucitaría los conceptos que otros entrenadores han enterrado. Recuperaría el estilo al que otros han renunciado. Conocería la casa y el famoso entorno como la palma de su mano. Exprimiría La Masia para darle brillo a la cantera. El club volvería a fabricar Balones de Oro en vez de comprarlos. Haría feliz a Messi en el campo. Y lo más importante, le devolvería la ilusión perdida a un socio que sufre el orgullo de haber sido y el dolor de ya no ser. Si sale mal, el equipo jugará bien. Y si sale bien, habrás construido, de la nada, un equipo de época.
Contratarle será casi imposible, convencerle sería complicadísimo y lograr que salga de la Premier sería casi milagroso, pero Guardiola es la solución a todo este caos azulgrana. Manos a la obra. Están perdiendo tiempo. Si hay apenas un 1% de posibilidades de traerlo, el Barça debería remover cielo y tierra para lograrlo, insistiendo por tierra, mar y aire. Sólo hay algo peor que fracasar. No intentarlo. Y aunque parezca imposible. Guardiola es el hombre.
Rubén Uría




