Y un día nació el Mundial. Un día se pusieron todos de acuerdo, o casi todos, para darle forma al fútbol, a la cita que apasiona al mundo, al espectáculo ecuménico que nadie quiere perderse. Nadie, ni la señora que no vio un solo partido en los últimos cuatro años.
Ese día está intimamente relacionado con historias políticas -como casi todo en el deporte- pero con más glorias que penas. El mismo día que se funda la FIFA, el 21 de mayo de 1904, el francés Robert Guerín propuso que en los estatutos se imponga un artículo que especificara la obligación de que todas las naciones afiliadas se midan en un torneo que se disputaría cada cuatro años.
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Como por entonces la FIFA no era un ente sólido, se decide en 1905 que el fútbol participe como una de las disciplinas olímpicas a partir de 1906. Hubo que esperar hasta 1920 para que en Amberes, cuando la FIFA presidida por Jules Rimet reunió a los adeptos para la causa del torneo, aprovechando la ocasión de los Juegos Olímpicos.
Getty ImagesLuego de tres convenciones en Barcelona, en Zúrich y en Ginebra, la decisión final de organizar la Copa del Mundo de Fútbol se definió en 1928 en Amsterdam, para que profesionales y novatos compitieran en igualdad de condiciones en un torneo internacional.
Un año más tarde en el congreso del 18 de mayo, en Barcelona se confirmaron los últimos detalles y la sede. Había un factor fundamental, el presidente Jules Rimet estaba interesado, luego de la primera Guerra Mundial, en sacar el centro de la atención de Europa. La Copa del Mundo tendría como fin promulgar la unión de las naciones y traer la paz.
Las posibles sedes eran Uruguay, Italia, Hungría, Holanda, España y Suecia. Como los uruguayos tenían el apoyo de los americanos, los últimos cuatro países retiraron su postulación para ceder los votos en favor de la candidatura de Italia. Pero el gran discurso del delegado argentino Adrián Béccar Varela, quién se pronunciaba a favor de Uruguay, hizo que Italia también retirara su candidatura.
Entonces fue cuando Jules Rimet obligó a un concurso de antecedentes del cual salió victorioso Uruguay gracias a sus dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928; además se cumplía el Centenario de la Nación sudamericana. Era una buena ocasión para alejar el foco de atención de Europa que venía de la Primera Guerra Mundial.
Boicot europeo
Aquel congreso de 1929 no terminó del todo bien. Confirmada la sede, los otros cinco países postulados se retiraron y no participaron de la Primera Copa del Mundo; además, intentaron boicotear el certamen. La FIFA en cambio matiza en su web que la decisión de varios europeos de no participar la producía el contexto: "Europa se encontraba en plena crisis económica. La participación en el Mundial significaba para los europeos no sólo una larga travesía marina, sino también que los clubes tendrían que prescindir de sus mejores jugadores durante dos meses".
AFPEn aquella época al Mundial se llegaba por invitación. La fecha de inscripción cerraba el 30 de abril de 1930 y ningún seleccionado europeo se había inscripto. El boicot europeo comenzaba a actuar con un sin fin de excusas que comprendían el largo viaje y los altos costos, la crisis mundial por la caída de la Bolsa de Nueva York, algunas afirmaciones de que las costas uruguayas eran "tierras inaccesibles" y, como diría el entrenador español, José Maria Mateos, el viaje era "impracticable" por el perjuicio que tendrían los clubes al prestar a sus futbolistas ya que se perderían los primeros partidos de la Liga.
Sin embargo, Uruguay ofreció pagar los viajes y las estadías de todas las delegaciones para que no faltara ninguna. Incluso se habló de una compensación económica a los clubes para que cedieran a sus jugadores. Pero algunos seleccionados pidieron hasta 15.000 dólares por jugador. Algo insostenible para la época, como comparativa basta decir que la Copa Jules Rimet tenía ese valor.
Sólo cuatro seleccionados europeos embarcaron. Yugoslavia concurrió a bordo del Florida, un pequeño barco de correos. Francia no pretendía participar, pero como Jules Rimet era francés, fueron obligados. Rimet recuerda: "La misma Asociación Francesa, a pesar de mis oficiocidades, había decidido abstenerse de participar. La razón aludida fue la imposibilidad de reunir catorce o quince jugadores capaces de representar dignamente al fútbol francés".
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También se sumaron Bélgica y Rumania, que viajaron en el mismo barco. Rimet había ido a Bucarest para convencer al Rey Carol de la participación rumana y el mismo rey eligió a los integrantes del seleccionado y costeó los gastos de la plantilla. Además, el rey intercedió por los convocados ya que los rumanos en su mayoría eran empleados de una petrolera inglesa, la cual no les permitía dejar su trabajo para viajar al Mundial debido a que Inglaterra no concurría.
El sorteo se realizó cuando todos los países participantes desembarcaron a tierra uruguaya, ya que debido al boicot se quería tener absoluta seguridad de que todos los conjuntos sorteados participarían. Se sumaron Estados Unidos, Brasil, México, Argentina, Chile, Paraguay, Bolivia y Perú. Finalmente, el 13 de julio de 1930 se dio comienzo a la Primera Copa del Mundo de Fútbol, en Montevideo.
El Trofeo
La Copa Jules Rimet, fue creada en 1929 por el escultor francés Abel Lafleur. Medía treinta y cinco centímetros de altura, pesaba cuatro kilos de oro macizo sobre una base de piedras semipreciosas. La estatuilla representaba a la diosa de la victoria, tenía una mujer alada llevando con sus manos al cielo y sobre la cabeza, un vaso octogonal en forma de copa. En la base había una placa de oro con el nombre del trofeo y los nombres de las asociaciones ganadoras de los Mundiales.