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Joao Felix Atletico Madrid 2020Getty

En el nombre de João Félix

Ruben Uria BlogGoal

Puro talento. Juve, City y Madrid llamaron a la puerta del Benfica como descosidos. Habían detectado un Peter Pan de Viseu que con la pelota en los pies era caviar. Un futbolista diferente, de físico liviano y clase superlativa. Hubo subasta cortesía superagente Mendes. Y cuando el Atlético de Madrid invirtió la indecente cantidad de 127 millones de euros, João Félix supo que tendría que afrontar un desafío mayúsculo. El club había extendido un cheque que su clase debía pagar. Desde ese día hasta ahora, el portugués ha quemado etapas. Su meta, derribar la puerta del éxito. Su objetivo, demostrar que es un crack. Y su reto, demostrarle tanto a Simeone, como a los aficionados, que ya tiene lo que le falta: la regularidad aplastante para dejar de ser un futbolista de jugadas y transformarse en un jugador que decide partidos. 

Hasta la fecha, entre lesiones, sanciones y actuaciones que han alternado brillantez con intrascendencia, João Félix ha sido una promesa de muchos quilates, pero no una realidad constante. De talento va sobrado. De condicionantes, también. No hay jugador del vestuario que no asuma que el luso es, con diferencia, el jugador con más talento. Y no hay aficionado que no se levante del asiento cuando el chico recibe, gira y da rienda suelta a su plasticidad. Simeone, que tiene el listón en las nubes y exige competir hasta el tuétano, nada entre dos aguas: insistirle para que no abandone sus tareas y darle permiso para que se coma el mundo cuando está inspirado. No quiere ratos. Quiere partidos. 

A la espera de convertirse en el jugador que quiere ser, que el público espera y que el Atleti necesita, João Félix ofreció una exhibición ante lo que queda del Barcelona. Tiró de su catálogo de exquisiteces y fue imparable. En su haber: controles de fantasía, paredes milimétricas, caños sedosos, quiebros en seco y pases maravillosos. De propina, João ha establecido tres sociedades para su equipo. La primera, con Griezmann, fuera del campo, exigiendo el respeto que todo compañero merece, aunque le compita el puesto. La segunda, ya en el campo, con Thomas Lemar, al que antes deseaban el Covid-19 y ahora apodan "Lemaradona". Si ambos conectan, el fútbol tiene música. Y la tercera, también en el campo, es la que une la clase infinita de João con la ambición de Luis Suárez, el Carpanta del área. João pone la poesía y Luisito cobra derechos de autor. 

João sabe que es su momento. Se ha puesto a la altura del equipo, está cada día más cerca de la exigencia de Simeone, sigue equilibrando voluntad y talento y debe ser consciente de que, si juega como sabe, si es capaz de sostener ese nivel, va a ser un ídolo en el Atleti. Su desafío es sencillo: olvidarse del dinero que costó, dejar de ser un talento esporádico y atreverse a tener la continuidad para ser el crack que puede ser. Si logra que su inspiración tenga regularidad, João va a convertirse en todo lo que apunta ser. Un artista, un superclase. 

Rubén Uría

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