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Diego Simeone Atletico MadridGetty Images

El equipo del pueblo y el contenedor de bilis

Santiago Bernabéu solía repetir, en público y en privado, que "ser del Atlético y no del Madrid es como elegir ser pobre pudiendo ser rico". A aquella definición particular sobre la clase social de ambos clubes, Don Santiago añadió una etiqueta propia al relato madridista: “El Real Madrid es popular de pueblo. Es más: es el equipo del pueblo”.  En aquellos tiempos existía “La Hoja del Lunes”, pero no había redes sociales donde volcar la rabia o frustración acerca de las diferentes opiniones de jugadores, árbitros, aficiones rivales y/o presidentes. Ahora sí. Y desde que a Diego Pablo Simeone le dio por decir que le encantaba escuchar que el Atleti era el equipo del pueblo, le toca ser cliente de una barra libre de hostias indiscriminadas, localizadas en las redes sociales y también, paradojas de la vida, en esa central lechera que en época de Don Santiago cobraba del fondo de reptiles y que hoy, se entrega a la causa gratis. 

Simeone reconoce que su equipo no puede ser de pueblo porque tiene uno de los mejores estadios del mundo y porque ha fichado a un jugador por 120 “kilos”, pero explica que social, moral y emocionalmente, su equipo todavía es el del pueblo, porque son sus raíces, porque han mamado eso y el Atleti no va a perder esa condición por mucho que haya mejorado su economía. Para unos, un razonamiento ridículo. Para otros, La Biblia.La pregunta del millón es ¿tiene derecho a creerlo Simeone? Pues por lo visto, sí. O al menos, tiene tanto derecho a creer que su Atleti es el equipo del pueblo como lo tenía Bernabéu cuando creía que el equipo del pueblo era el Madrid. Es más, Simeone tiene tanto derecho a creer que su Atleti es el equipo del pueblo como otros que creen que ganan legalmente los trofeos de los que presumen, tanto como otros que se arrogan la superioridad moral del único modo de jugar a fútbol o tanto como otros que se presumen de cantera propia cuando se la construyen comprando talento de la ajena. El que quiera creer el relato del Cholo, adelante. El que quiera zurrarle, a ropa, que hay poca. A gusto del consumidor. 

Más allá de argumentos, opiniones, demagogia, filias, fobias, bufandas y colores, queda la realidad. Desde que puso un pie en el Atleti, Simeone expresó un deseo en voz alta: “Quiero que mi equipo sea molesto”. En ello anda y en ello sigue. Lleva ocho largos años haciendo lo posible y lo imposible para conseguirlo. Y como sabe que cada vez que habla de dinero se ofenden los que más tienen y que cada vez que dice que es el equipo del pueblo se ofenden los que presumían de serlo antes, insiste. Y tenga razón o no, está dispuesto a repetirlo las veces que haga falta, porque le da igual ocho, que ochenta, que ochocientas cincuenta. Su equipo gana, hace bandera del unocerismo y de propina, con esto del equipo del pueblo, consigue que los “haters” del Atleti se suban por las paredes. Algunos van a tener que ocuparse de cambiar el contenedor de bilis, porque el actual está hasta los topes.

Rubén Uría

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