Lionel Messi Argentina 2018Getty Images

Copa América 2019: Messi, el único rey que no necesita corona

Nunca levantó una Copa del Mundo. Ni siquiera ganó una Copa América. The Best, el premio de la FIFA que señala con el dedo al mejor futbolista del año, le dio la espalda en las últimas tres ediciones (Cristiano Ronaldo ganó en dos ocasiones y Luka Modric se lo llevó en 2018). Y así, si se continúa con mirada negativa, la lista podría tener más renglones para llenar páginas. Sin embargo, todos saben, aun sus más duros detractores, que Lionel Messi es el jugador más brillante que dio el siglo XXI y quizá sea -ya más discutible- el más espectacular de todos los tiempos. Él, principalmente, llevó a Argentina a jugar un nuevo Mundial (sus tres goles en el decisivo encuentro frente a Ecuador fueron el resumen ideal de las últimas Eliminatorias para el conjunto albiceleste). Y él, pese a no haber estado en las primeras convocatorias del ciclo de Lionel Scaloni, dice presente en Brasil 2019. Y lo hará también para la alegría de los amantes de este deporte que cada vez parecen tener más claro un concepto: no sólo existe el derecho de disfrutar de la magia del 10, sino que, además, existe la obligación de hacerlo.

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Messi invierte en fantasías para romper sistemas. Su fútbol no se puede definir: se tiene que observar porque, encima, mejora con los años. Messi le hizo cambiar la manera de ver este juego a los seguidores del exitismo, a los que ubican el resultado por encima de las virtudes y de los intentos: si el rosarino mete un gol en 90 minutos, seguro que ese partido no jugó tan bien; si mete dos, el 10 jugó apenas de manera correcta; lo felicitan y lo destacan sólo si mete tres o cuatro. Cambió el eje de los análisis. Messi, también, le acumuló trabajo a los estadísticos de la pelota: cada siete o quince días, tienen que agarrar los libros, repasar la trayectoria de algún futbolista de la primera parte del siglo XX y ver qué otro récord batió el argentino. Messi, entre otra de sus hazañas, le mejoró las condiciones laborales a los redactores de bajo sueldo: con él, se inspiran fácil y escribir sobre él se convierte en un descanso durante la adrenalina de cada jornada.

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Messi destruye al tiempo. Con él, no hay perspectiva sin distancia. Nadie sería capaz de medir hoy su grandeza y nadie estaría capacitado para decir cuánto se lo extrañará una vez que deje esta actividad profesional. A su vez, de nada o de casi nada serviría señalar en este texto algunas de sus cifras más especiales porque, casi seguro, las superará él mismo en un breve lapso. Así funciona el petit més gran, como lo llaman los catalanes. Así funciona en Barcelona, principalmente, y en Argentina, en menor medida.

La gran pregunta es evidente: queda por saber si la corona le llegará algún día. Ese es el sueño que le falta por cumplir a este rey que, a diferencia de otros reyes, trata de democratizar la felicidad. Le queda por sacarse todavía esa foto, la de la consagración, con un trofeo en sus manos. El flash no salió ni en Alemania 2006 (José Pekerman lo dejó en el banco en el partido frente al local, por los cuartos de final), ni en Sudáfrica 2010, con Diego Maradona como entrenador, tampoco en Brasil 2014, donde estuvo más cerca en esa final que no se puede borrar aún de su mente, y mucho menos en Rusia 2018. La Copa América, tal vez, le regale algunas de las sonrisas que está necesitando: estuvo cerca en las finales de 2007, 2015 y 2016...

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