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Bermudas, el lugar donde la pelota que rueda es la del cricket

Las Bermudas es un pequeño archipiélago de islas caribeñas. Forman parte de los catorce territorios de ultramar que se encuentran esparcidos entre los océanos del mundo y actualmente siguen perteneciendo al Reino Unido. Estas son colonias que no se independizaron o votaron por continuar bajo la unción de la Corona. Al no constituirse como países soberanos, estos territorios no podrían gozar de un sitio en la Asamblea General de las Naciones Unidas; pero al tener una federación de fútbol, sí pueden ser parte del conglomerado de miembros de la FIFA y de la Concacaf. Casos como el de Bermudas son los que permiten a la FIFA sostener un mayor número de afiliados al de la ONU; y lo legitiman como uno de los escenarios más importantes de diplomacia internacional.

A día de hoy, la población de Bermuda ronda las 70 mil personas, es decir, lo equivalente a una muy buena entrada en el Estadio Azteca con su capacidad actual, por supuesto, sin alcanzar la ocupación máxima. La diferencia con México, su próximo rival en la Nations League, es abismal –por no hablar del desarrollo en términos de instalaciones deportivas, competiciones, entrenadores y futbolistas. Sin embargo, esta tarde se enfrentarán de igual a igual por el recientemente inaugurado torneo de la zona.

Pero a pesar de la sorpresiva victoria a domicilio de Bermudas contra el Panamá de Américo Tolo Gallego, en las paradisiacas costas bermudeñas la pelota de futbol no rueda tanto como la del cricket, el que podría considerarse como el pasatiempo predilecto de sus habitantes. El yugo colonial es palpable en cada uno de los ámbitos de la vida en estos territorios, incluido el deportivo.

Una vez al año, cientos se reúnen durante un fin de semana para celebrar el Juego de la Copa, un enfrentamiento entre los clubes de Somerset y Saint George, las provincias más importantes de la isla que la dividen entre el este y el oeste. El cricket es el evento cumbre que además abre un espacio para el esparcimiento y la diversión, incluyendo auténticos festines de comida, bebida y música. La liga local reúne a una veintena de asociaciones que lo practican, mientras que la competición futbolera sólo alcanza a reunir 10.

La preminencia del “pitch” es tal, que incluso el entrenador de la selección bermudeña de fútbol, Kyle Lightbourne, además de incursionar a un nivel semiprofesional y amateur en diversos conjuntos de Inglaterra, representó a su país jugando al cricket, tanto en el Mundial juvenil Sub 19 celebrado en Australia en 1988, como dos años más tarde, en el aclamado ICC Trophy en Holanda. Sin duda, el hermano mayor del béisbol goza de mayor arraigo y popularidad que el propio balompié. Por azares de la historia, el futbol globalizado aún no ha desembarcado del todo en tierras caribeñas.

Entre bates y cascos, cuando en la década de los noventa todavía se encontraban funcionando las bases militares que Estados Unidos estableció en las islas durante la Segunda Guerra Mundial, un pequeño niño miraba al horizonte, sentado en la arena y con un balón en los pies. A sabiendas de que su sueño de ser futbolista profesional no podría cumplirse en Bermudas, tenía las esperanzas puestas en el imperio, en la Corona. Dedicarse al futbol en Bermuda es querer hacerlo en Inglaterra, y en estos territorios, migrar es sinónimo de crecer y triunfar.

Nahki Michael Wells, nacido en Hamilton, la capital de Bermudas, era un adolescente cuando consiguió una prueba en el Ajax. A pesar de recibir una oferta contractual, en 2010 y con 20 años, decidió volver a las islas para desempeñarse con el Bermuda Hogges. Al año siguiente se mudaría a Inglaterra para asistir a la Academia Internacional de Richmond en Leeds, donde comenzaría su aventura en las divisiones inferiores. Desde el principio, su arribo a la patria británica se vio marcada por un anhelo: pisar el sagrado campo de Wembley, la catedral del futbol mundial, y así, elevarse en el imperio como el hijo pródigo de las Bermudas.

Siendo el balompié inglés un mundo en sí mismo, ese mismo sueño es compartido por los aficionados de los pequeños clubes que integran una inmensa y compleja estructura de competiciones. En torneos como la FA Cup o la Copa de la Liga, cuadros de segunda y tercera división se enfrentan a los gigantes de la Premier; y el estadio de Wembley, máximo templo, es el escenario donde se efectúan sus partidos finales. Para muchos, el contender por una final en la catedral es la consagración de lo improbable y, quizás, el máximo logro en su historia.

Tal fue el caso del Bradford City, cuando en 2013, estando en la tercera categoría y con una afición volcada a la locura, alcanzó la final de la Copa de la Liga. En el campo, Wells sería el artífice principal de dicha hazaña, marcando uno de los goles con los que derrotaron al Aston Villa en la semifinal. En ese momento, las rotativas de los diarios caribeños se frenaron y las redacciones de los estudios de televisión detuvieron sus transmisiones para informar a la población de Bermudas sobre la gesta de su compatriota. Se convirtió en el primer futbolista de la isla en disputar, en Wembley, la definición de un certamen que incluía oponentes de la Premier. En uno de la tercera se consagró en una auténtica leyenda.

En aquel desenlace, Wells y el Bradford City fueron derrotados por un contundente 5 a 0, cortesía del entonces poderoso Swansea City dirigido por Michael Laudrup. Aun así, por un breve instante y, como si de un auténtico estadio de futbol se tratase, los 70 mil habitantes de Bermudas se reunieron frente al televisor para apoyar en la lejanía a su naciente ídolo. De la mano de Wells y sus extraordinarios dribles, este deporte ha crecido en popularidad en la isla. No es casualidad que su selección se enfrente a México en el máximo circuito del balompié de la zona, como tampoco sería descabellado pensar en una nueva hazaña encabezada por el delantero bermudeño. Al fin y al cabo, esto se trata de un juego de 11 contra 11 que no sabe de tamaños; mucho menos de poblaciones.

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