Gareth Bale Marcelo Real Madrid Liverpool UCLGetty

Bale corona a un Real Madrid de leyenda

OPINIÓN

El fútbol es un deporte de engaño. Y como tal, la final de Kiev comenzó como nadie hubiese imaginado. Lo que se esperaba un combate entre pesos pesados repartiendo puñetazos por doquier resultó ser una primera parte con más amagos que golpes reales. Bueno, al menos en lo que se refiere a los goles. Porque para golpes, los de Salah y Carvajal, que a la media hora y con apenas cuatro minutos de diferencia tuvieron que abandonar el campo lesionados y entre lágrimas. Lo del egipcio, el primero en caer, es en su hombro tras una mala caída en una acción con Ramos. Lo de Carvajal es muscular al dar un taconazo in extremis en línea de fondo. El uno iba camino de ser la figura mundial del año, mientras que el otro, desconsolado por saber que dice adiós a Rusia, ya se perdió la EURO 2016 por lesión también en la final de Milán. La competición más feroz vista antes del descanso fue la de la crueldad de las lesiones con dos jugadores que siempre merecen otro final diferente. 

El descanso sirvió para que ambos equipos se quitarán el corsé que reflejaba el marcador. Todos los goles racaneados en la primera mitad empezaron a caer sin descanso. Y es que apenas tardaron diez minutos en convertir dos goles. Al igual que las lesiones, los tantos también llegaron a pares. Primero fue el de Benzema, haciendo de Raúl para retratar a Karius. Iba a sacar con la mano y puso el pie por medio para que el balón se introdujese llorando en las mallas. Ni el ‘7’ trató tan mal a sus porteros nunca. Eso sí, le duró muy poco la alegría a los blancos, pues apenas en la jugada siguiente Mané logró la igualada al desviar un testarazo de Lovren por encima de Ramos en un córner. Quién lo iba a decir: Benzema siendo el pillo, y Ramos siendo el pillado.

El artículo sigue a continuación

Sin embargo, la cosa no iba a quedar ahí. En sólo quince minutos se vio más fútbol que en quince partidos de Liga. De cualquier liga, en realidad. Y por si no fuera suficiente, también se vio un gol de esos que no se repiten en quince años. O dieciséis, por ser más concretos. Porque desde que Zidane metiese su histórico gol de volea en Glasgow en 2002 no se veía nada igual en una final de Champions League. La rúbrica era de Gareth Bale, que llevaba un minuto en el campo y seguramente ni había tocado el balón aún. Ni había salido a calentar siquiera. Y aun así, dibujó un gol de tijera inimaginable, de dibujos animados. Menos plástico que el de Ronaldo en Turín, pero más importante. Una chilena directa a la Historia para poner en ventaja a los blancos. God Save The Welsh. 

Como ya sucedió en Turín, tal gol ejerció de anestesia para el rival, que no supo cómo responder a semejante peso de belleza y contundencia. Y así el Liverpool se fue consumiendo poco a poco. Se sabía que era difícil que le aguantase el físico hasta los minutos finales, pero si le añades además la lesión de Salah, y el guantazo que supuso la remontada de Bale nada más lograr el empate, levantarse de todo a la vez fue imposible ya. De ahí que los Reds poco a poco se fueran difuminando ante el abrumador dominio blanco. Como Los Vengadores ante el invencible Thanos. Entre Arnold y Karius alargaron la agonía, pero el meta del Liverpool volvió a quedar en evidencia a un tiro lejano de Bale que tampoco fue capaz de despejar. 

Quién se lo iba a decir al galés, nombrado mejor jugador del partido con sus dos goles. Máxime cuando se quedó fuera del once de Kiev. Quién se lo iba a decir a Benzema, el más criticado durante toda la temporada. Pero sobre todo, quién se lo iba a decir a Zidane, cuando llegó al Real Madrid hace tres años. Con el galo en el banquillo, el club merengue ha conseguido tres Champions consecutivas, lo que sólo habían logrado antes el Bayern de Beckenbauer, el Ajax de Cruyff y el Real Madrid de las Cinco Copas. Ahora, este Madrid de Zidane marcha por la Historia del fútbol ya sólo detrás de ese equipo merengue de los años 50. Con cuatro Orejonas en cinco años se ha ganado todo el derecho. “She loves you”, le diría la copa al club blanco, como cantaron los Beatles en su momento. Ni la Gran Bretaña pudo esta vez con la Armada Invencible.

Anuncios