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Ferran Torres, EspañaGetty

Anil y Lim están contentos con la venta de Ferran

Banner Héctor Gómez Valencia

Anoche Ferran volvió a incendiar las redes sociales valencianistas con sus dos goles ante Italia con los que ya suma 13 en 21 partidos con la selección española a sus 21 años. El valencianismo se tira de los pelos viéndolo triunfar lejos de Mestalla y sabiendo que en casa no se le trató bien. No lo trató bien el club y no lo trató bien una parte de la prensa y por extensible de la afición porque el jugador no dobló ante las exigencias de algunos. Fue bochornoso el último año del jugador en la entidad con filtraciones lamentables por parte del presidente y del entonces director de fútbol, César Sánchez, entrando en temas incluso familiares demostrando que no estaban al nivel. 

Superado el debate de si el jugador quería quedarse o no, siempre dije y diré que sí. Recuerdo que Lim tuvo claro todo el año que lo iba a vender y este verano Murthy lo reconoció en privado. Estaban contentos con su venta y con el dinero ingresado. El City también está contento con el precio que pactó por su fichaje, como reconoció Guardiola hace poco. La realidad de todo aquello es que Lim siempre quiso venderlo y que el club sólo le hizo una oferta para renovar. Una. Una y no más. El resto, humo interesado. 

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Lo peor no fue que Ferran se marchara, lo peor fue que encima le intentaron cerrar la puerta para un posible regreso echándole a la afición encima y a corto plazo lo consiguieron. Tras meses de mentiras, insultos diarios en redes y hacerlo a un lado dentro del club incluso ignorándolo cuando pasó el COVID-19, el club consiguió que la mayoría atacar al jugador por traidor y rata, que fue lo que ellos querían. Quedar bien y venderlo. Lo que no sabe el personal es que el que creó toda esa historia lo vendió un 29 de julio sentado en una mesa de terraza de bar, en un campo de golf en Alzira, con dos o tres birras en el cuerpo, por no decir que ya lucía esa sonrisilla de la felicidad que te otorga el sentirte a gusto y que incluso en aquella mesa que compartía con Sean Beai y con un buen amigo mío, nada que ver con los agentes del chico, amenazó con emitir en directo la venta de Ferran a través de Twitter. Eso fue lo que fruto de la emoción que te da una cervecita fresquita en verano se le ocurrió al presidente más indigno que pudiera tener el valencianismo. 

Anil estaba tan eufórico por la venta que estaba cerrando él en primera persona con Txiki Beguiristáin que hizo caso omiso a las varias llamadas de Mendes aconsejándole que estirara la negociación porque el City tenía dinero y el mercado acababa de comenzar. Lim quería vender, Anil quería contentar al jefe y pese a que nadie lo cuenta le habían dado permiso al chico para negociar con otros clubes porque en ningún momento se les pasó por la cabeza hacer una última intentona para convencer al chico. Una oferta. Una sola oferta para renovar al mejor canterano en décadas. 

Ferran se marchó pero se fue dolido. Se siente valencianista y siempre soñó con ser el capitán de un Valencia CF importante. Ese era su sueño y por el que peleó desde que era un niño. De hecho, fue lo que pidió para renovar y a tantos les molestó. El club sabía que iba a echar a casi todos los capitanes y ni así apostó por él. También pidió ser uno de los mejor pagados. Era lo lógico, porque llevaba siendo meses el mejor del equipo, tenía 20 años y una proyección que todos los técnicos del club conocían. En Valencia se le tachó de loco por pedir cosas lógicas. Que si la capitanía se gana, que si no podía exigir. Y no, el fútbol actual no funciona así. La capitanía se gana pero los líderes lo son y este lo era y el club no supo valorarlo. Seguramente nadie tras la salida de Alemany, al que algunos critican pero al que no se le hubiera escapado Ferran sin renovar, supo leer el jugador que venía y que ahora es Ferran. 

Sin embargo, en Valencia en vez de preguntarnos que pasó, qué se hizo mal, que falló para que un chico como él apenas jugara en Mestalla, nos perdemos en debates absurdos y seguimos pensando que Meriton realmente quiere hacer un equipo importante porque cuatro vendidos nos cuenten que Lim va ampliar el capital y que preparan un diseño de estadio ‘low cost. Ferran tenía madera para ser capitán, para ser importante en su casa y para haberse marchado dejando el nuevo estadio pagado. Pero para eso, hacía falta gestión y no un mono con pistolas que negocia al calor de la birra. Ahora el valencianismo rabia por verlo lejos y mientras Lim y Anil fanfarronean por los 23+12 millones que le sacaron al City (de los cuales, aún no se ha cobrado ni uno de los variables previstos).

Héctor Gómez

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