Tanto por convicción, como por obligación, pero con un marco diametralmente opuesto a lo que fue el Clásico vallecaucano ante Deportivo Cali, América volvió a jugar a lo que no suele hacer y esta vez el Medellín no lo perdonó.
Claro que el 2-1 fue benévolo con el Diablo Rojo, pues de no ser por Graterol ante Pons, el marcador pudo hacerse más lejano para el juego de vuelta. Medellín, que en la Liga es fuerte como local, no le perdonó la poca ambición al Escarlata, que intentó volver a sacar el arco en cero replegándose, pero sin el orden visto en Palmaseca.
El Poderoso salió a ganar desde el primer minuto y solo con una rápida transición al ataque, América encontró el empate que no supo administrar, para terminar sucumbiendo ante el ataque del rojo paisa. De ahí en adelante, América se desfiguró, entregó la intención, el balón y la posesión. Renunció al ataque cuando Osorio, en una rara decisión, sacó a Ramos.
Porque una cosa es defenderse, como le tocó hacerlo en Palmaseca con dos hombres menos, abanderado en mucha resiliencia y valentía. Otra, totalmente diferente y como se vio esta noche en el Atanasio Girardot, algo traicionera, cambiar el guión por completo.
América renunció a lo que sabe, pero corrió con la suerte de dejar la serie abierta. En Cali, ante su gente en el Pascual Guerrero, seguramente saldrá a la cancha para volver a su fuero, a su zona de confort altamente efectiva y a lo que a Osorio más le gusta: atacar, dominar e intentar golear, así le marquen, pese a que ese riesgo ahora debe ser reducido al máximo.
