Lionel Messi Argentina Uruguay Copa America 18062021Getty Images

Ahora sí: Messi en modo 2012 y un equipo a la par invitan a soñar

Mientras haya hilo en el carretel, Lionel Messi sera el amo y señor de la Selección argentina. Pero está claro y hasta demostrado que solo no puede contra todos. Y mientras el equipo de Lionel Scaloni bascula entre la "messidependencia" y la preparación para el día en que ya no esté, el encuentro ante Uruguay resultó la síntesis que ilusiona con el título que tantas veces fue esquivo en las casi dos décadas del 10 con la celeste y blanca.

Porque Argentina necesita de dos componentes: la Pulga con un compromiso absoluto y un equipo capaz de acompañarlo a la par, sin correr detrás de su figura casi desde la admiración. En cuanto a lo primero, no quedan dudas: sin necesidad de convertir, lo de Leo fue descomunal, tanto en lo personal como en lo grupal, con un desgaste físico que pocos creían posible. Claro que duele la imagen de aquel contragolpe que encabezó y luego descargó para Molina Lucero, en el que no se vio aquella explosión de sus épocas doradas.

Fue el que sirvió el centro para que Guido Rodríguez convierta, fue el que permanentemente generó situaciones de gol con sus pases, fue el que generó las faltas que enfriaron el partido sobre el cierre, fue el que siempre se mostró para que sus compañeros descarguen y se suelten. Jugó como líder, con toda la amplitud de la palabra.

Pero todo eso necesitaba compañía y la tuvo. Leo encontró en De Paul y Lo Celso dos jugadores que hablan su mismo idioma, Scaloni apostó un pleno con los laterales y ambos respondieron, especialmente el Huevo Acuña, Guido Rodríguez aportó el equilibrio que se le demandaba a Paredes, la zaga central se cargó a dos tanques como Cavani y Suárez y Nico González revalidó sus credenciales para ser titular casi indiscutido. Solamente Lautaro, una vez más, quedó en deuda y fue el primer cambio táctico.

Los cambios, una vez más, quedaron en el debe. Correa nunca encontró su lugar como falso 9, Palacios no entró en juego como se esperaba y Di María tampoco pudo aportar. Pero la gran victoria para Scaloni fue la de entender de qué manera administrar los tiempos y cerrar un partido, evitando lo de los últimos tres empates.

Contra un rival de fuste como la Celeste, llamativamente apagada esta noche, Argentina firmó el permiso para volver a ilusionarse, de la mano de ese Messi que puede ser superhéroe pero también preparar la mesa para tener compañía.

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