Florentino Perez Andre Agnelli Glazer.Getty Images

A favor de la Superliga

Firma Mario CorteganaGoal

Estoy, con mayor convencimiento a cada minuto que pasa, a favor de la Superliga. No paro de leer y escuchar que obedece a una decisión económica, como si eso fuera novedoso y negativo, como si el cortijo que han montado durante décadas UEFA y FIFA, manchado por casos de corrupción, no se basara en priorizar el bienestar propio al global, o como si no ampliaran el número de participantes de sus competiciones con espíritu recaudatorio de votos y dinero.

El artículo sigue a continuación

El fútbol es, seguramente, el producto más explotable a todos los niveles del deporte. Por eso es inexplicable que se haya permitido que un modelo obsoleto, cuyas audiencias se desangran porque no engancha a las generaciones jóvenes, impida el ingreso de importantísimas millonadas. Ante eso han reaccionado, incrédulos y hartos, los impulsores del nuevo orden, que venían avisando al establishment de que esto ocurriría.

Por mucho que se pretenda desprestigiarles, Florentino Pérez, Agnelli, Glazer y compañía no son un grupo de chavales que se juntan en sus ratos libres en un parque a tomar unas cervezas, comer pipas y hacer como que arreglan el mundo. Sus currículos en la empresa privada y en los clubes hablan por sí solos. Si doce, pronto quince, de las mentes más brillantes de los despachos del continente coinciden en la conveniencia de esta revolución estudiada hasta el milímetro, por algo será. De salida recibirán 3.500 kilos para sus proyectos y vacunarse contra el impacto del coronavirus en sus cuentas. ¿Por qué renunciar a un deseo convertido en realidad?

Detrás de estos precursores anda JP Morgan, de quien ya se están sacando trapos sucios como si UEFA y FIFA circularan por ahí libres de antecedentes. Igual que de niño aparqué la ilusión de los Reyes Magos y Papá Noel, hace tiempo que dejé de creer también en la pureza de estos gigantes de cuestionable ética.

UEFA y FIFA ejercerán su derecho al pataleo, pero ya han perdido. Las amenazas a equipos y jugadores son, en realidad, a ellos mismos. Sus 'avisos', que los fundadores de la Superliga consideran que carece de viabilidad legal, se quedarán en eso porque sin las principales estrellas del negocio no conseguirán venderlo con garantías para siquiera mantener los debilitados estatus actuales. En el escenario más optimista retendrán a los tránsfugas aceptando un precio carísimo para sus intereses y su credibilidad: tragar con la amplia mayoría de las condiciones de la otra parte.

Me da pena que se acabe esta Champions, que tenga fecha de caducidad el himno con el que quería entrar en la iglesia cuando aún pensaba que me casaría, que las ligas nacionales vayan a reducir su relevancia aunque se asegure un fondo de solidaridad para protegerlas o que el torneo que viene sea semicerrado, sólo con cinco plazas abiertas.

Me da pena y hasta miedo, como a casi todos los humanos casi todos los cambios. Pero si se superó el adiós de la UEFA a los partidos de las 20:45, si la FIFA ha colado el próximo Mundial en Navidad, si LaLiga de Tebas insiste en llevar encuentros de Primera a Estados Unidos, si la Federación de Rubiales montó una Supercopa de España en Arabia Saudí y si los clubes no respetan el diseño de sus escudos o los nombres de sus estadios, apoyo todo lo que suponga renovarse y no morir. Y me opongo, por supuesto, a las lecciones de quien no está en posición de darlas.

Anuncios